Otro autor que tiene unas cuantas obras maestras es Terry Gilliam. Dentro de poco estrenarán su última película, la de los Hermanos Grimm, y ya estoy impaciente por verla. Pero de momento no estara mal que comente la que es muy probablemente su obra magna: BRAZIL (1985).
Película realizada aprovechando el rebufo del éxito de taquilla de su anterior Los héroes del tiempo, la cantidad de problemas que arrastró fueron las que condenaron a Gilliam a arrastrar para el resto de su carrera la consideración de director conflictivo. El más grave de los problemas fue un duro enfrentamiento entre el director y su productor, que se negó a estrenar y promocionar la película mientras Gilliam no aceptara hacer ciertos cambios (como recortar la duración, potenciar la comicidad y poner un final feliz), y quizá la película se hubiera quedado en un cajón de no ser por su sorprendente triple victoria en los premios de la crítica de Los Ángeles (mejor película, mejor dirección, mejor guión), sorprendente no por inmerecida sino por el hecho de que la película, a causa del conflicto, apenas había sido proyectada en un par de pases privados. Este éxito permitió el estreno de la película (sin apoyo de los estudios ni excesiva promoción, pero estreno a fin de cuentas) tal y como Gilliam quiso que fuera (bueno, más o menos: Gilliam no pudo rodar la mitad de las escenas oníricas que quería por falta de presupuesto, y por obligaciones contractuales tuvo que recortar su primer montaje en unos diez o quince minutos), convirtiéndose en una de las películas de culto de la temporada y obteniendo, pese a su estreno marginal, dos nominaciones a los Óscar.
Brazil se sitúa "en algún lugar del siglo XX", una ubicación intemporal que toma elementos de diversas épocas para crear una extraña mezcla partiendo de elementos familiares. Allí se nos cuenta la historia de Sam Lowry (Jonathan Pryce), un joven oficinista sin más ambición que la de pasar desapercibido para poder dedicarse a soñar; sin embargo, a raiz de un error burocrático encuentra a la chica de sus sueños y se ve obligado a enfrentarse a la terriblemente absurda vida real, con funestas consecuencias. Una mirada irónica a la pesadilla del mundo moderno, plagado de laberintos burocráticos, funcionarios inútiles y situaciones absurdas que llevaban hasta el límite de la tragedia los elementos básicos de la comedia pythoniana. Personajes impagables como los cirujanos estéticos, el camarero francés, la chica de los telegramas cantados, los odiosos fontaneros o el torturador que llama a su mujer por otro nombre para no tener que corregir a su jefe, y momentos inolvidables como la lluvia de documentos en el ministerio, la aparición del torturador con su inquietante máscara de niño mongol, o la desaparición del fontanero rebelde Harry Tuttle (un divertido Robert de Niro) literalmente consumido por el papeleo... todo ello vale su peso en oro, por no hablar del final que consigue que la melodía de la canción "Brazil", utilizada por Michael Kamen a petición de Gilliam como base y tema recurrente de toda la (también absolutamente genial) banda sonora, te ponga la carne de gallina.
Estéticamente poderosa, con una historia inteligentísima y un sentido del humor corrosivo y despiadado, es una película para verse mil veces. Sí, Terry Gilliam ha hecho otras obras maestras, pero quizá nunca estuvo tan completamente inspirado como en esta. Genial.
GENIÓMETRO: 5/5 grouchos
martes, agosto 23, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario