martes, agosto 23, 2016

Algo pasa con Archie (parte 2)

En la anterior entrega habíamos hablado del éxito de Archie, de cómo se había convertido en un fenómeno cultural y de cómo había triunfado en otros medios además del papel. A finales de los sesenta y principios de los setenta es una marca bien consolidada, muy rentable, con varios títulos superventas y varias series de animación emitiéndose en televisión. El negocio había crecido tanto que la editorial, que nunca había tenido una estructura demasiado grande, cambió su estructura, hasta entonces controlada por los tres socios originales. Maurice Coyne se retiraría y fallecería poco después, en 1971, mientras que Louis Silberkleit y John Goldwater decidirían convertir la empresa en sociedad anónima. Las cosas no podían ir mejor.

Pero a partir de los setenta llega una progresiva decadencia. El mundo ha cambiado mucho. La inocencia de la época de bienestar de la posguerra desaparece y, en un mundo cada vez más cínico, los valores de la vida idílica de las pequeñas ciudades americanas, habitual retrato icónico del sueño americano desde los 50, resultan cada vez más anacrónicos. Es difícil conseguir que el público se identifique con una ciudad ideal cuando el mundo real ahora padece el desmantelamiento de la industria, el crecimiento del paro, escándalos políticos y económicos, activismo social, guerras sin fin, cada vez mayor tráfico y consumo de drogas, un auge de la delincuencia... Mientras otras editoriales afrontarían estos temas controvertidos (Marvel y DC tendrían sus problemas con la Comics Code Authority, la censura de facto que la industria del cómic instauró en 1954, por tratar el tema de las drogas, llevando de hecho a la revisión de sus normas) dando un decidido paso desde el mercado infantil a la búsqueda del público adolescente, Archie escogería evitar estos temas en la medida de lo posible manteniendo su universo como una especie de burbuja de idealismo, y ofreciendo, en general, una visión bastante conservadora de la vida americana (de hecho, las pocas veces que afrontaban estos temas, ofrecían una lectura bastante reaccionaria de lo que pasaba en el mundo). Conviene recordar que John Goldwater, que creía firmemente en la necesidad de que los comics tuvieran una firme base moral, había sido uno de los promotores originales del Comics Code, y que Archie Comics sería la última editorial en seguir sometiendo sus publicaciones a la autoridad del Comics Code, algo que haría hasta enero del 2011. Y probablemente esa postura no fuera mala para el negocio, dado que a pesar del auge de los movimientos sociales y contraculturales en los sesenta América seguía siendo mayoritariamente conservadora.
Hay que decir que Archie sí intentaba adaptarse a los tiempos, dentro de los parámetros que su línea editorial establecía. Solo que en esta nueva época de cinismo y desconfianza cualquier cambio era visto como poco sincero. Tratando de convertir Riverdale en un lugar ideal para todo tipo de gente, y celebrando la integración con algo de retraso, en 1971 es presentado un nuevo alumno del instituto de Riverdale, Chuck Clayton, el primer secundario regular negro de la serie, en principio un hábil atleta pero que en los 90 sería transformado en un aficionado al dibujo de comics. Pronto le seguirían su padre, el entrenador Clayton, que lleva la educación física y el equipo de baloncesto, y su novia Nancy Woods, que aparecería en 1976. La buena acogida que tuvieron Chuck y Nancy hizo que en 1977 aparecieran dos nuevos personajes hispanos, Maria Rodriguez y Frankie Valdez, que aunque en principio aparecieron cada uno por su lado pronto se convertirían en pareja fija. Sin embargo, aunque estos personajes se ganarían bastantes fans, no faltarían las voces que los acusarían de insustanciales y de no tener más función que la de aportar al universo de Archie de una diversidad racial de la que en principio carecía.
Lo que quizá no sea justo, dado que en realidad Chuck no fue el primer personaje negro importante del universo Archie. En 1969 ya había aparecido Valerie Smith, la bajista de las Pussycats, y desde luego no era un personaje del que pudieran quejarse ni afroamericanos ni feministas: guapa e inteligente, es la principal compositora del grupo y capaz de tocar hasta seis instrumentos diferentes, tiene grandes conocimientos de ciencia, es una hábil mecánica de coches y suele ser la que acaba salvando el día cuando están en apuros, y, en un giro que la separaba del retrato típico de la mujer en los cómics de la época, a diferencia de sus compañeras de grupo no tenía demasiada preocupación por su aspecto ni parecía especialmente interesada en una relación romántica, aunque de vez en cuando sí salía con algún chico. En 1970 Valerie acabaría convirtiéndose en el primer personaje femenino afroamericano de una serie regular de animación de TV. Un personaje muy moderno de cuya vigencia sería buen indicador que en el 2010 se convirtiese brevemente a Valerie en pareja del mismísimo Archie, aunque de ello ya hablaremos de nuevo en la próxima entrega.
Pero es verdad que Archie ya no conectaba con el público como antes. La popularidad de la serie fue descendiendo, las ventas bajaron, las series de animación acabaron desapareciendo, y la editorial acabaría regresando a principio de los 80 a su tradicional estructura de sociedad limitada, ahora en las manos de Michael Silberkleit y Richard Goldwater, hijos de los fundadores Louis y John, respectivamente. Pero éstos tampoco quisieron nunca emprender una renovación que tampoco veían demasiado necesaria. A fin de cuentas la franquicia seguía siendo muy rentable. Era con diferencia el cómic infantil más vendido de América, además de ser uno de los preferidos por el público femenino, y se publicaba con éxito en muchos países.
Así que optaron por evitar los cambios. Se primaron las historietas autoconclusivas y sólo de vez en cuando hacían una serie de historias con cierta continuidad, pero a diferencia de lo que harían otras editoriales se resistirían a convertir sus colecciones en series. El objetivo era que cada cómic pudiera seguir leyéndose de manera independiente, pero eso implicaba que al final de cada historia siempre debía regresarse al statu quo, y, por tanto, que nunca hubiera una evolución de los personajes, ni siquiera en la manera limitada en que otras franquicias (como las de superhéroes) la realizaban. También apostaron por mantener el estilo uniforme y limpio establecido como marca de la casa, haciendo que los comics de Archie tuvieran una estética inmediatamente reconocible, pero también limitando cualquier posible evolución gráfica. No pudieron evitar, sin embargo, que el envejecimiento y desaparición progresiva de los grandes autores clásicos que habían dado a Archie sus mejores momentos afectara la calidad de la serie, pero entre sus sustitutos tampoco faltarían talentos a destacar, especialmente Dan Parent, autor completo que sería uno de los principales renovadores de la serie a partir de los 90.

También se dedicaron a defender su propiedad a capa y espada a base de demandas. No es que fuera algo nuevo. Archie Comics siempre había sido bastante beligerante en ese tema. Poco podía hacer legalmente ante las imitaciones (DC había perdido ya en los años 30 sus litigios contra las imitaciones de Superman, creando un precedente), pero no se tomaba a bien la utilización del personaje como referente icónico. Aunque no habían puesto problemas a la desopilante parodia del personaje que Harvey Kurtzman y Will Elder habían llevado a cabo en 1954 en las páginas de Mad, convirtiendo a Archie y Jughead en delincuentes juveniles, no harían lo mismo en 1962 cuando los mismos autores volvieran a parodiar a sus personajes en su serie Goodman Beaver, en las páginas de Help!, convirtiéndolos en una panda de pervertidos, emborrachándose, participando en orgías e incluso vendiendo su alma al diablo. A John Goldwater no le hizo la más mínima gracia y la editorial demandó a los autores; y, aunque había precedentes favorables a la realización de parodias, finalmente se llegó a un acuerdo extrajudicial, y Kurtzman y Elder cedieron los derechos de la historia a Archie Comics, que la encerrarían en un cajón para siempre. Y no fue un enfado pasajero: todavía en 1984 los editores de Archie se negarían a ceder la historia para una recopilación de Goodman Beaver. Curiosamente, la historieta volvería a verse en 2004, cuando el editor de Fantagraphics Gary Groth descubrió que Archie Comics había dejado caducar los derechos y la obra había pasado al dominio público. Inmediatamente la publicó en The Comics Journal y la colgó en la web de la revista (actualmente ya no está disponible).

Este es el caso más famoso, claro, pero solo el primero de unos cuantos. En 1996 los herederos de Bob Montana demandaron a la editorial tratando de que se reconociera a Montana como el verdadero creador de Archie; la editorial contraatacó con otra demanda, y finalmente se llegó a un acuerdo extrajudicial desde el cual se reconoce a John Goldwater como el creador, y a Montana sólo como creador de la apariencia del personaje. Más lógico es que en 2003 la editorial amenazase con una demanda poco antes del estreno de una obra de teatro en la que un Archie adulto salía del armario, obligando al autor, Roberto Aguirre-Sacasa, a cambiar nombres y situaciones para poder estrenar (ironías de la vida, una década después Aguirre-Sacasa va a ser una pieza clave en el renacimiento de Archie, como veremos en la próxima entrega). Pero la cosa empezaría a ponerse obsesiva cuando en 2005 demandaron al grupo australiano The Veronicas por utilización de un nombre que consideraban infringía sus derechos, y definitivamente delirante cuando intentaron que varios sitios web dedicados a fan fictions retirasen todas las historias que utilizasen sus personajes, en un extraño caso de enfrentamiento contra sus propios fans.

Un pequeño paréntesis: Curiosamente, una editorial tan celosa con su propiedad permitiría, sin embargo, la utilización de su personaje en una serie de comic-books destinados a tiendas de material cristiano, repletas de prédicas bíblicas y mensajes ultraconservadores, editados por la editorial Spire Christian Books entre 1973 y 1984. La editorial, distribuída por una importante editorial de libros cristianos, era el proyecto de un dibujante llamado Al Hartley, que había pasado muchos años dibujando para Marvel y encargándose de una tira erótico-jocosa antes de abandonarla por cuestiones morales y convertirse en cristiano renacido en 1967. Entonces comenzó a trabajar para Archie, donde a veces ya introducía sutilmente sus ideas religiosas, antes de comenzar a realizar comics cristianos en 1973. Hartley consiguió convencer a Goldwater para que le permitiera publicar comics de Archie para el mercado cristiano, y de hecho sin tener que pagar por la licencia, aunque sí un porcentaje de las ventas. Resulta un material curioso, especialmente por cuanto aunque destinado a un público cristiano tuvo a veces distribución secular, sorprendiendo con sus prédicas cristianas a lectores confundidos.

En cualquier caso, y pese a su empeño por mantener Archie sin cambios durante años, Silberkleit y Goldwater no eran nada pasivos. Se movieron mucho para abrirse nuevos mercados (en 2006 consiguieron introducirlo en Oriente Medio, aunque tuvieron que redibujar el vestuario de las chicas para hacerlas más recatadas) y volver a tener presencia en televisión, aunque sus diversos intentos de series de animación nunca volverían a tener el éxito que en el pasado, pero sí consiguieron un gran éxito con la serie de Sabrina. Y por fin lograron llegar al cine, que hasta entonces se les resistía, con Josie and the Pussycats, como ya conté en la anterior entrega. Aunque esta película fue un fracaso comercial, la editorial ganó bastante dinero por los derechos y se benefició de la publicidad; sin embargo, no se mostraron satisfechos con la fidelidad de la adaptación, razón por la que la editorial decidió fundar su propia productora para encargarse de futuros proyectos, aunque sin demasiada fortuna: una anunciada película de Betty & Veronica fue cancelada en 2003.
Pero incluso Silberkleit y Goldwater sabían que el eje de su franquicia era el cómic. Y cuando llegaron los 90 el público infantil comenzó a decantarse por otras obras: fueron los años de la irrupción del manga, del renacido interés de los niños por los superhéroes tras el éxito de la serie animada de Batman, o del resurgir de los tebeos Disney gracias a esa serie de obras maestras que estaba haciendo Don Rosa en esos años. La mayor parte de los aficionados, incluyendo muchos de los padres de sus lectores, parecían verlo como poco más que ese cómic reliquia de los años 50 que siempre ha estado ahí, infantil y de humor blanco, nada ofensivo, básicamente insustancial y que, en general, era simpático y entretenía pero no era especialmente memorable.
Quizá por ello es a partir de entonces cuando los editores sienten que ahora sí necesitan introducir novedades y volver a llamar la atención. En 1989 probarían con Archie 3000, que era básicamente lo mismo pero en el futuro, pero no cuajó. Mejor suerte tendrían en 1994, donde además de un atípico crossover con Punisher (!), lanzaron Love Showdown, un arco argumental de cuatro números del que se encargó Dan Parent, y en el que, al estilo de lo realizado por DC con la muerte de Superman, la editorial apareció en todos los periódicos al anunciar que por fin habría una guerra abierta entre Betty y Veronica, y que Archie se vería obligado a elegir. Por supuesto, la editorial haría trampa: al final ambas quedarían con un palmo de narices al descubrir que Archie se iba ¡con Cheryl Blossom!, que regresaba a la serie después de más de una década de ausencia. Y por supuesto la serie continuaría adelante después de esta historia sin romper el statu quo.
Esta vez la jugada sí le salió bien a Archie, que recuperó la atención de los medios y de los aficionados. En los años siguientes intentarían seguir sorprendiendo incorporando nuevos personajes al reparto, como el indio aspirante a cineasta Raj Patel, la latina Ginger Lopez o la estudiante japonesa de intercambio Tomoko Yoshida, entre otros muchos que multiplicaron notablemente el reparto de secundarios. Incluso por vez primera se experimentó con estilos alejados del Archie clásico: en 2004 probaron con la estética manga con Sabrina y Josie and the Pussicats; y a partir del 2007, empezando con Bad boy trouble, una larga historia publicada a lo largo de cuatro números de Betty & Veronica, adoptaron una estética más realista para varias historias, que fue recibida con disparidad de opiniones, pero que cumplió con su objetivo de volver a situar a Archie en el centro de atención.

Y justo cuando Archie estaba empezando a resurgir, los dos responsables fallecieron: Goldwater en 2007 y Silberkleit en 2008. Les sucedería Jonathan Goldwater, hermanastro del primero, un ex-manager de rock que dio luz verde a nuevas ideas y cambios hasta entonces inéditos en la historia de la editorial. Pero eso lo veremos en la tercera (y última) entrega, en la que hablaremos del renacimiento vivido en esta última década, del fin de una época y el inicio de una nueva.

martes, agosto 02, 2016

Algo pasa con Archie (parte I)

Llevo mucho tiempo sin actualizar, así que voy a explayarme un poco con una de esas entradas que tengo que dividir en varias partes porque si no serían tan largas que nadie se las leería. Y voy a hacerlo hablando de una serie de comics que acaba de cumplir los 75 años de vida y que está viviendo momentos muy interesantes ahora mismo. Voy a hablar de Archie.

Aunque en España es un personaje poco conocido, Archie es toda una institución en el cómic estadounidense. Sus tebeos, repletos de humor blanco y una visión positiva de la vida cotidiana en una pequeña ciudad americana, han sido clásicos para varias generaciones de lectores.
Los personajes de Archie son puro estereotipo, pero en su defensa hay que decir que es esta serie la que prácticamente crea sus patrones, que posteriormente han sido utilizados prácticamente en todas las comedias ambientadas en un instituto americano que se han hecho desde entonces.
El reparto lo encabeza Archie Andrews, un chico normal con buenas intenciones y tendencia a causar desastres. Junto a él, formando un triángulo amoroso, estarían la rubia Betty Cooper, su vecina y amiga desde siempre, la chica inteligente, capaz, buena y adorable a la que todo el mundo quiere; y la morena Veronica Lodge, chica rica y caprichosa pero también indómita y firme. Son dos personajes aparentemente opuestos pero pese a su rivalidad por Archie y a sus constantes enfrentamientos, en general son excelentes amigas, hasta el punto de compartir cabecera en una de las series derivadas del éxito de Archie.

También protagonista de su propia cabecera es Jughead Jones, el mejor amigo de Archie: perezoso, cínico y, pese a su delgadez, un glotón con un amor extremo por la comida basura (lo que lo hace similar a Wimpy, personaje de Popeye que por aquí conocemos como Pilón); también es extremadamente inteligente en las pocas ocasiones en que siente la necesidad de demostrarlo, muy fiel a sus amigos, no tiene el más mínimo interés en las relaciones amorosas, adora a su perro Hot Dog y lleva siempre en la cabeza un ridículo gorro que en su día fue creado a imitación de unos sombreros de moda entre la juventud de los años 30, con el ala recortada y doblada hacia arriba, pero que con el tiempo los lectores han acabado identificando con una corona, lo que no tiene demasiado sentido en realidad, pero a estas alturas está ya tan unida al personaje que se ha convertido en su sello de identidad.
El quinto personaje en importancia de la serie es Reggie Mantle, que también tendría su propia cabecera, aunque sin el éxito de las de los otros; Reggie fue creado para convertirse en el rival de Archie, el egoísta engreído que acentúa más las virtudes del protagonista, siempre compitiendo con Archie por las chicas y fardando de su coche, aunque a veces también demuestra tener buen fondo y une fuerzas con los protagonistas cuando es necesario.

A éstos se sumarían muchos otros personajes secundarios a lo largo de los años. Algunos de los más importantes: Moose Mason, el fortachón disléxico de pocas luces y temperamento explosivo, aunque de buen corazón, siempre muy celoso de su novia, Midge Klump, pequeña pero también con mucho carácter; Dilton Dooley, el genio del instituto, siempre inventando aparatos extraordinarios; Ethel Muggs, la chica poco atractiva con un amor no correspondido por Jughead; el señor Weatherbee, director del instituto, a veces severo, pero siempre justo; la señorita Grundy, profesora de inglés de los chicos; Pop Tate, el dueño del Chok'lit Shoppe, la cafetería-heladería-hamburguesería en la que suelen reunirse los personajes; y, por supuesto, un montón de habitantes más de la pequeña ciudad americana de Riverdale en que se ambienta la acción, sin olvidarnos de los padres de los personajes, a fin de cuentas adolescentes, de entre los cuales el mayor protagonismo se lo llevaría Hiram Lodge, padre de Veronica, duro hombre de negocios millonario afincado en la ciudad, que detesta a Archie (en parte por su relación con su hija pero sobre todo por su tendencia a provocar catástrofes a su alrededor), y cuya casa es también frecuente punto de reunión de la panda.
Archie fue creado en 1941 cuando un editor llamado John L. Goldwater, inspirado por una serie de películas de Mickey Rooney, encargó a un joven dibujante llamado Bob Montana la creación de un personaje adolescente, todavía en edad de ir al instituto, cuya primera historieta vería la luz con guión de Vic Bloom en la revista Pep Comics, en la que hasta entonces el personaje estrella era un antecesor del Capitán América llamado The Shield.
El éxito del personaje fue inmediato. Un año después ya se lanzaría el primer número de su propia cabecera, y su popularidad siguió creciendo a tal ritmo que en 1946 la editorial cambiaría su nombre de MLJ Magazines (las iniciales correspondían a los fundadores de la empresa: Maurice Coyne, Louis Silberkleit y el propio Goldwater, que se repartieron las labores de gerente, director y editor en jefe respectivamente) a Archie Comics. El universo de Archie tendría una rápida expansión con nuevas publicaciones (algunas centradas en el propio Archie, otras en personajes de su entorno) y unas exitosas tiras de prensa, que iniciaron su andadura en 1947 y de las que se encargaría el propio Montana hasta su fallecimiento en 1975.

Archie no hizo sino aumentar su popularidad durante las décadas siguientes, sobre todo gracias a un estupendo equipo de autores que le daban al producto una calidad muy superior a la de las imitaciones que otras editoriales trataban de producir, aunque la política de la editorial fue imponer a todos los dibujantes un estilo uniforme basado en los diseños de Bob Montana y no siempre quedaban acreditados los autores de cada historieta. Muchos grandes autores pasaron por la editorial, pero destacarían Frank Doyle (guionista habitual en casi todos los títulos de la editorial desde los 50 hasta los 70, a partir de los 80 se hizo menos prolífico pero siguió escribiendo para Archie hasta su muerte en 1996; Kurt Busiek lo consideraba uno de los mejores escritores que nunca ha tenido el mundo del cómic), Harry Lucey (autor principal durante los años 50 y 60 de la serie regular de Archie, reconocido por los hermanos Hernández, creadores del mítico Love & Rockets, como uno de sus dibujantes favoritos y una de sus principales influencias; su salud empezaría a deteriorarse a finales de los 60 y finalmante abandonaría la serie en 1976 tras ser diagnosticado de ELA) y Samm Schwarz (autor principal de la serie de Jughead y creador de Ethel Muggs en 1961), aunque quizá el más reconocido de todos sea Dan DeCarlo.

DeCarlo se hizo un nombre dibujando pin-ups, y después trabajó durante años para varias editoriales, especialmente para la que años más tarde se convertiría en Marvel, donde entre otros trabajos estuvo diez años dibujando Millie la modelo, que convirtió en un éxito. Siempre buscando trabajo, realizó su primera historieta de Archie en 1951; al parecer a los editores les gustó mucho, pero al comprobar que no regresaba para realizar más historias, le llamaron a preguntar por qué. DeCarlo les dijo que tenía mucho trabajo y que le costaba demasiado tiempo dibujar imitando el estilo de Montana como imponía la editorial. El editor Harry Shorten le dijo que volviera y que dibujase como quería. Fue un acierto. Hoy se acredita a DeCarlo con la modernización de los personajes a lo largo de los años 50 y 60, actualizándolos: él fue el primero en quitarle a Archie su pajarita y su jersey con la R de Riverdale, y también fue el primero en actualizar la apariencia y peinados de Betty y Veronica para adaptarlos a las modas del momento.

También diseñó nuevos personajes que se revelarían muy populares. En 1951 ya creó, con guión del ubicuo Doyle, a Midge Klump, y en 1980, también con guión de Doyle, crearía igualmente a la pelirroja Cheryl Blossom como un tercer interés romántico para Archie que compitiese con Betty y Veronica, un personaje malicioso y desvergonzado con el que DeCarlo tendría espacio para demostrar su gran capacidad como dibujante de mujeres, pero dos años después de su llegada tuvo que ser alejado de Riverdale por ser "demasiado sexual para un cómic infantil". No regresaría a Riverdale hasta 1994, convirtiéndose en un secundario recurrente y llegando a tener durante varios años su propia cabecera.

Entre medio crearía también en 1962 dos personajes que, pese a no ser de Riverdale, se asentarían con gran éxito en el universo Archie, consiguiendo rápidamente sus propias cabeceras y series de animación: me refiero a Sabrina the teenage witch (creada esta vez con guión de George Gladir, otro gran guionista que tenía la editorial, y que sería el principal escritor de la revista satírica Cracked durante treinta años) y a Josie, que en 1969 formaría su grupo de rock y derivaría en Josie and the Pussycats.
Dada su enorme aportación al universo Archie, es una pena que la relación de DeCarlo con la editorial acabase tan mal, en medio de demandas por los derechos de Josie, ya que, aunque el personaje había sido publicado por Archie Comics (con guiones, cómo no, de Doyle) e integrado en su universo, DeCarlo lo había creado unos años antes basado en su mujer y había intentado venderlo (sin éxito) para realizar tiras de prensa antes de ofrecérselo a los editores de Archie. Pese a ello, el juicio le dio la razón a los editores.

La popularidad de Archie no acababa en el papel. Sólo año y medio después de su creación ya se estrenó un programa de radio basado em el personaje, y posteriormente sería adaptado con éxito a la televisión, empezando por una serie de animación estrenada en 1968 y que tendría continuidad en los 70 con nuevas series basadas en Archie, Sabrina y Josie and the Pussycats (esta última licenciada a los estudios de Hanna-Barbera). Desde entonces se han realizado nuevas adaptaciones, en su mayoría series de animación, aunque sin demasiado éxito; la excepción sería, curiosamente, una serie de acción real, la exitosa Sabrina, cosas de brujas, que popularizó a Melissa Joan Hart y que se mantuvo en antena entre 1996 y 2003.
Archie también obtuvo un inesperado éxito en el mundo de la música, alcanzando un sorprendente número uno en 1969 cuando el grupo formado por los personajes de la serie de animación lanzó "Sugar, sugar": en realidad grabada por anónimos músicos de estudio, la canción se mantuvo un mes en lo alto de las listas de todo el mundo y todavía le proporciona todos los años buenos ingresos por royalties a la compañía.

El único medio que siempre se le ha resistido ha sido el cine. A pesar de haberse vendido derechos y haberse estudiado proyectos, el único film realizado sobre personajes de este universo fue el de Josie and the Pussycats en 2001, que fue un fracaso y además desencadenó el conflicto de derechos con Dan DeCarlo.

Y en este punto dejamos la historia por ahora, habiendo visto el ascenso de Archie a la popularidad. En la próxima entrega: la caída en popularidad, la decadencia, versiones, parodias y los primeros intentos de desatascar a un personaje eternamente atrapado en el limbo de la adolescencia.