lunes, abril 16, 2012
Me sangran los oídos, parte I: grandes pioneras de la hemorragia auditiva
A pesar de que el ritmo de posteos de este blog ya no es ni de lejos el que fue, hoy me atrevo a presentar el primer episodio de una nueva sección que sin duda hará las delicias de cualquier buen aficionado a arañar pizarras. Abrochaos las orejeras porque a partir de aquí os pueden sangrar los oídos.
La culpa de esta sección se la podéis echar a la señora Miller, cuyas delirantes interpretaciones de clásicos del pop me parecieron dignas de un post. Lo malo es que a medida que me documentaba para escribirlo, iba descubriendo más hallazgos musicales y finalmente me he visto empujado a crear una sección entera para dar cabida a esta colección. Tengo ya material como para unas cuantas entradas, pero de momento empezaré con auténticos clásicos: en esta primera entrega podréis encontrar, por sorprendente que parezca, varios éxitos de ventas en Estados Unidos, un Grammy y un llenazo en el Carnegie Hall. Casi nada.
THE CHERRY SISTERS: LOS PEORES TALENTOS DEL MUNDO DEL ESPECTÁCULO
No quedan registros musicales suyos, pero son leyenda. Hijas de una pareja de granjeros de Iowa, las cinco hermanas Cherry (Ella, Elizabeth, Addie, Effie y Jessie) se lanzaron al mundo del espectáculo en 1890, después de la muerte de sus padres y la desaparición de su hermano. Crearon su propio espectáculo de vodevil, con canciones, bailes, comedia y obras moralizantes, todo escrito por las propias hermanas y con un fuerte componente patriótico y religioso. Por desgracia, las hermanas no tenían más talento ni cultura que el que cabía esperar de unas pobres granjeras del medio oeste americano, y eso se vio reflejado en su número. De modo que apenas empezaron a recorrer el país su número fue recibido con risas, pateos, abucheos y una creciente violencia hacia las hermanas, hasta el punto de tener que actuar en algunas ocasiones tras unos alambres para evitar ser golpeadas por las verduras que el público les arrojaba.
En este contexto, y ya sin Ella, que había preferido dejar el espectáculo, las hermanas fueron llamadas en 1896 por el famoso empresario Oscar Hammerstein para actuar en New York, en el Olympia, que no conseguía darle beneficios. Al parecer, Hammerstein dijo: "Lo he intentado con los mejores talentos, y no ha funcionado... ahora voy a probar con los peores". La idea no pudo funcionar mejor. Atraído por la reputación del peor número de vodevil del país, el público llenó el teatro durante seis semanas, salvando a Hammerstein de la bancarrota.
El espectáculo de las hermanas acabaría por hacer historia... curiosamente, en el campo del derecho. Las reseñas que de sus actuaciones se publicaban solían ser bastante malas y algunas de ellas atacaban sin piedad a las hermanas, a lo que ellas respondían exigiendo rectificaciones que no solían llegar. En 1898 una crítica especialmente mordaz del editor del Odebolt Chronicle, luego reproducida por el Des Moines Leader y otros periódicos del estado, las empujó a presentar una demanda por difamación que reclamaba a dichos periódicos la en la época fabulosa cantidad de 15000$. En 1899 el tribunal falló en su contra, pero las hermanas apelaron, y el caso acabaría llegando al Tribunal Supremo, que en 1901 fallaría a favor de los demandados, estableciendo así jurisprudencia sobre el derecho de la prensa a publicar comentarios negativos sobre cualquier acto público. Dicho caso aún sigue utilizándose hoy como referencia en el derecho americano.
Su carrera artística terminó en 1903, cuando Jessie, la más joven, fallecía de tifus a la edad de 31 años. Las hermanas decidieron entonces abandonar los escenarios y se establecieron como panaderas. En los últimos años se han estrenado al menos dos musicales basados en ellas.
FLORENCE FOSTER JENKINS: NO DEJES QUE LA REALIDAD ARRUINE TUS SUEÑOS
Narcissa Florence Foster era una chica de buena familia que soñaba con estudiar canto y dedicarse a la ópera, pero que en principio no pudo cumplir su sueño porque su padre se opuso. Sin embargo, a la muerte de éste decidió aprovechar su herencia para costearse la carrera con la que siempre había soñado. Que para entonces ya superase los cuarenta y que no tuviera sentido del ritmo ni la más mínima capacidad para cantar no iban a impedirle cumplir sus sueños. Con el nombre artístico de Florence Foster Jenkins y actuando tan sólo en la ciudad de Nueva York, se lanzó con entusiasmo a los escenarios. Ella misma diseñaba su extravagante vestuario y se consideraba una gran soprano. A pesar de que sonaba así:
Curiosamente, su carrera no fue un gran fracaso. La gente pronto descubrió que su manifiesta incapacidad para el canto suponía un espectáculo muy divertido. Su acompañante habitual, el pianista Cosme McMoon (que debía ser un fenómeno, por cómo adaptaba su música a los errores que ella cometía) participaba de la broma, haciendo expresivas muecas a espaldas de la diva mientras ella actuaba. Pronto se hizo conocida en todo New York. Ya muy mayor, fue espaciando sus actuaciones hasta hacer tan sólo una al año y para un público muy selecto, hasta que finalmente en 1944, a los 76 años, accedió a las peticiones de sus "fans" y dio su último concierto, nada menos que en el Carnegie Hall, agotando las entradas varias semanas antes del concierto. Cumplido el sueño y alcanzado su techo, la diva moriría un mes después. A día de hoy, se han realizado varios musicales basados en su figura.
TRYPHOSA BATES BATCHELLER: LA DIVA DE LA ALTA SOCIEDAD
Tryphosa Duncan Bates nació en el seno de muy adinerada y poderosa familia de industriales y políticos de Boston, y estudió en los mejores colegios privados de Francia y Estados Unidos, antes de instalarse en París con su marido, el industrial del calzado Francis Batcheller, en 1904. Convencida de que tenía una buena voz, recibió clases de los mejores profesores de música y alabanzas de numerosos críticos musicales que sin duda querían tener el favor de alguien de tan alta posición. Quizá por ello fue portada de la revista Musical Courier en dos ocasiones. Además, ella misma era insaciable en su búsqueda de ascenso social, siempre perseguía a los más importantes personajes y ansiaba codearse con la realeza europea, algo que reflejaría en los cuatro volúmenes de sus memorias y en una novela que escribió.
En 1941 regresaría finalmente a Estados Unidos, donde registraría las únicas grabaciones que quedan de sus dotes como cantante, si bien apenas serían conocidas hasta su recuperación en CD en 2004.
Menos conocida y recordada que Florence Foster Jenkins, con quien es a menudo comparada, Tryphosa Bates Batcheller fallecería en 1952, a los 76 años, probablemente convencida de su talento.
MRS. MILLER: LLEVÁNDOLO BIEN
Elva Ruby Connes, señora de John R. Miller, era un ama de casa que vivía con su marido en california y que tenía la música como hobby. Después de estudiar un poco de música comenzó a colaborar con el coro de la iglesia y en otros eventos del barrio. Se dedicaba básicamente a la música clásica y al gospel, aunque también se autofinanció un disco con una canción infantil para regalarlo a los orfanatos locales. Fue a raíz de la grabación de este disco que el productor del estudio le propuso que grabara versiones de canciones más modernas y empezó a enviarlas a varias discográficas y emisoras de radio.
El cómico Gary Owens fue el primero en utilizarla como colaboradora en su programa de radio ya en 1960, pero no sería hasta cinco años después que Capitol Records le firmaría un contrato, a sus 58 años. Allí, como revelaría la propia Mrs. Miller, los productores la mantuvieron siempre fuera de ritmo y escogieron para el LP sus peores tomas. El resultado es un disco tan apocalíptico que, contra todo pronóstico y razón, fue un éxito, e incluso consiguió colocar en el Top-100 de ventas estadounidense este single:
En principio, Mrs. Miller no era consciente de que su éxito se basaba en su incapacidad; sin embargo, cuando lo descubrió, lejos de enfadarse, se lo tomó con humor y siguió adelante con la broma. Grabó tres discos más y unos cuantos singles, actuó para los soldados americanos en Vietnam e intervino en varios programas de televisión e incluso en alguna película. Pero el interés que había generado pronto se desvaneció. Se retiró en 1972 y siguió con su trabajo en obras benéficas. Fallecería en 1997.
JO STAFFORD: CUANDO ERA BUENA ERA BUENA, CUANDO ERA MALA ERA MEJOR
Jo Stafford es reconocida como una de las mejores cantantes del siglo XX. Elegante y versátil, tuvo una larga carrera de éxito entre los años 30 y los años 60. Sus singles se vendían a miles y se radiaban por doquier. Entre sus muchos logros figura el haber sido la primera cantante femenina en solitario que alcanzaba el número uno en la lista de ventas del Reino Unido, en 1952, con su canción de mayor éxito (que también fue número uno en su país de origen, Estados Unidos). También actriz, tuvo su propio programa de radio y su propio show de televisión. Su trabajo en tan diferentes medios la hizo merecedora de nada menos que tres estrellas a su nombre en el Paseo de la Fama en Hollywood. ¿Por qué una artista reconocida y capaz como ella merece un lugar en este artículo? Bueno, por dos razones.
La primera es que, aunque ya llevaba unos cuantos años de carrera y era una de las cantantes más populares del país, el primer número uno de su vida lo obtendría en 1947 con un tema en el que ni siquiera aparecía acreditada: una parodia hillbilly de una conocida canción de Bing Crosby.
Al parecer Jo se encontró en el estudio con Red Ingle, que iba a grabar pero al que le había fallado a última hora la cantante que iba a acompañarle. Jo se ofreció a grabar con él, y aunque Ingle pensaba que no era el tipo de música que le pegaba, la Stafford acabó realizando una maravillosa actuación, bordando su mejor acento de cateta sureña. En principio no apareció acreditada, aunque luego, caracterizada como "Cinderella G. Stump", haría una gira junto a Ingle en 1949 e incluso grabaría para televisión el video que he colgado un poco más arriba, en 1960.
La segunda razón, y más importante aún, es que en los años 50, a modo de broma, ella y su esposo y productor Paul Weston habían empezado a amenizar fiestas con la parodia de un pésimo pianista de bar y una horrible cantante incapaz de coger el tono. Tan divertidas eran estas actuaciones que finalmente en 1957 acabarían grabando en dicho estilo, bajo el alias de Jonathan y Darlene Edwards. El éxito fue inmediato, abriendo el camino a muchos discos de parodia posteriores, y, aunque a su propio nombre ya se había retirado de la música en los años 60, seguirían publicando discos como sus alter egos hasta 1982. Curiosamente, después de toda una vida de éxito y reconocimiento por su talento como intérprete, sería este trabajo cómico el que le daría a Jo su único Grammy, en 1960, como mejor disco de comedia, por Jonathan and Darlene Edwards in Paris. Aunque yo personalmente me quedo con esta impagable grabación de 1979:
Jo Stafford siempre dijo que estos discos eran los más difíciles que había grabado nunca, porque necesitaba estar muy concentrada para mantenerse fuera de tono. Murió en 2008, a los 90 años de edad, doce años después que su marido.
Y esto es todo por ahora. Para la próxima entrega he reservado unas cuantas muestras de material más moderno que seguro que también os perfora los tímpanos.
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