Utilizar el desorden cronológico en una narración como medio para amplificar el impacto de la historia no es un recurso nuevo. Los folletines decimonónicos ya hicieron buen uso de él en sus más celebradas creaciones. Tanto Dumas como Walter Scott (por citar sólo a dos de los más ilustres) utilizaron en sus novelas por entregas el recurso de finalizar un capítulo con la sorprendente aparición de un personaje del que los lectores no habían sabido nada hace tiempo (o que incluso se creía muerto) para pasar en el siguiente episodio a explicar cómo había llegado hasta allí desde el momento en que lo habíamos perdido de vista. A comienzos del siglo XXI, el recurso sigue funcionando a la perfección, sólo hay que ver Perdidos para darse cuenta de ello.
Los ejemplos se multiplican. En Memento se invierte el orden cronológico de la narración. En Matadero Cinco o en el cuarto número de Watchmen la consciencia de los protagonistas experimenta saltos temporales constantes, proporcionándoles una visión fragmentada de su propia historia. En La melancolía de Haruhi Suzumiya los capítulos se emiten en un desorden aparentemente aleatorio.
Las series de TV actuales son las que mejor utilizan esos recursos. Al ya mencionado caso de Perdidos se sumarían, por ejemplo, el milimétrico puzzle de Damages o capítulos aislados pero muy reveladores como el estupendo episodio 17 de la primera temporada de Héroes o el episodio 9 de la tercera temporada de Battlestar Galactica. Son obras en las que se invita al espectador a unir las piezas para tratar de formar la imagen global, en las que cada respuesta provoca nuevas preguntas, y en las que las conexiones entre las diversas tramas se multiplican (y por ello no entraré en un análisis más detalado, para evitar spoilers).
Y para disfrutarlas plenamente es necesario verlas en el orden en el que fueron concebidas. Porque independientemente del orden cronológico de los acontecimientos, la narración está estructurada para avanzar. Porque nos importaría poco saber que el doctor Jack Shephard tenía problemas con su padre si no fuera porque eso le ha llevado después a estar en una isla llena de peligros y a tomar una serie de decisiones y responsabilidades que de otro modo quizá no hubiera tomado. Porque se busca el impacto partiendo de lo que ya se conoce.
Memento es un constante avance desde A (el protagonista mata a alguien) hacia B (el protagonista cree que alguien está tratando de manipularle para que mate al tipo que no es) y finalmente hacia C (descubrimos quién ha manipulado al protagonista para que mate al tipo del principio y por qué). En La melancolía de Haruhi Suzumiya el primer episodio está concebido como presentación de los personajes, pese a que cronológicamente sea el 11º, mientras que el episodio final, que culmina la trama principal de la serie y nos proporciona respuestas sobre la naturaleza de los acontecimientos fantásticos que hemos visto y sobre la relación entre los protagonistas, en realidad cronológicamente sería el sexto.
El orden es importante.
Supongo que todos estamos de acuerdo.
Entonces, ¿por qué cojones Norma Editorial no edita La Mazmorra en orden, hostia?
La Mazmorra es una estupenda serie de cómics creada por Joann Sfar y Lewis Trondheim, en la que cuentan con la colaboración de la flor y nata de los dibujantes del cómic francés actual. En principio parodia de la fantasía heróica con un delicioso sentido del humor, tras el éxito cosechado por sus dos primeros álbumes el universo de la serie explotó en nada menos que ¡seis! colecciones: Zenit, dibujada por Trondheim, seguía la línea histórica de los dos primeros volúmenes, siguiendo las aventuras del pato Herbert, empleado de la Mazmorra (lugar plagado de monstruos y tesoros y dirigido por el Guardián) que adquiere accidentalmente la Espada del Destino, y su amigo el dragón Marvin, gran guerrero; Crepúsculo, dibujada por Sfar, se situaba ¡cien números después!, con las aventuras de un poco talentoso conejo guerrero, Marvin el Rojo, acompañando a su ídolo, un envejecido Marvin, en un mundo dominado por el malvado Gran Khan; Amanecer, dibujada por Christophe Blain, se remonta hasta ¡cien números antes!, contando las aventuras del joven Jacinto de Cavaliere muchos años antes de convertirse en el Guardián de la Mazmorra; Festival, dibujada por Manu Larceret, es la serie más divertida y ligera, para todos los públicos, con aventuras de Herbert y Marvin situadas entre el primer y segundo número de la serie Zenit; Monstruos son historias protagonizadas por personajes secundarios de la serie, dibujadas por "artistas invitados"; y Bonus es la línea en la que se incluye todo lo que no entra e las anteriores: el juego de rol, una recopilación de Festival, ediciones especiales en blanco y negro de algunos números...
Conforme han ido pasando los años, sin embargo, Sfar y Trondheim han ido perdiendo el impulso de sus comienzos, hasta el punto de limitarse actualmente a escribir los guiones. También Blain y Larceret han dejado paso a otros dibujantes. El tono de humor absurdo de los primeros números de Zenit ha dejado paso (salvo en la línea Festival) a un tono mucho más oscuro y trágico. La línea Monstruos se ha convertido en la más activa, acaso por sentirse los autores más a gusto escribiendo historias sin las ataduras de las líneas principales a personajes y orden cronológico; de hecho, la idea de hacer que las tres líneas centrales formaran una serie limitada de 300 números parece haberse abandonado por restrictiva: uno de los números más recientes de Monstruos se ha atrevido a remontarse hasta ¡300 números antes del comienzo de Amanecer! La línea Amanecer, por su parte, se ha saltado varios números, pasando sin problemas del -97 al -84: la línea Monstruos permite comprender los acontecimientos más importantes que han pasado entre ambos volúmenes. Precisamente el hecho de que se haya abandonado la tendencia a la historia autoconclusiva para tejer una red de referencias interconectadas es lo que mantiene La Mazmorra como una serie muy interesante, y con revelaciones y sorpresas dignas de las series reseñadas arriba.
Pero, claro, las referencias a acontecimientos vistos en álbumes previos funciona si se ha editado el álbum correspondiente. Esto ya ha traído problemas en Francia, donde algún dibujante se retrasó, y creo recordar que hubo que posponer la edición de otro álbum que ya estaba acabado porque no podía aparecer hasta que no se hubiera publicado el anterior. Y es que, pese a su multiplicidad de cabeceras, La Mazmorra funciona como una sola colección. Por favor, los nuevos lectores absteneos de tratar de leerla en orden cronológico, porque pierde: por ejemplo, el impacto que tiene descubrir al final del primer Crepúsculo quién es realmente el Gran Khan desaparece si sigues el orden cronológico y ya lo ves aparecer en algún volumen cronológicamente anterior.
En España, Norma Editorial es quien edita La Mazmorra, y aunque siempre se pueden sacar fallos (alguna inconsistencia en la traducción de los nombres de unos álbumes a otros) en general creo que están haciendo una buena labor... salvo por una cosa: no están respetando el orden de aparición original.
Si bien en las tres líneas teóricamente principales siguen el orden lógico, que para eso van numeradas, el desbarajuste que han creado con la línea Monstruos es delirante. La han ido editando atendiendo a la popularidad del autor en España, la ambientación más cercana a la línea Amanecer (de las tres líneas centrales, la que mejor ha mantenido el nivel) o vaya usted a saber qué criterios. ¿El resultado? Pues que algunos chistes se pierden, algunas referencias no se pillan y el punto de partida de algunas historias nos resulta ajeno. No es que no se puedan disfrutar los tebeos igualmente, pero no al cien por cien.
Por cierto, hace dos meses La Mazmorra cumplió diez años de la aparición de su primer álbum. ¡Felicidades! Aunque la serie se muestra bastante más irregular que al principio, sigue teniendo grandísimos momentos, en especial en Amanecer y Monstruos. Yo soy fan.
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