Micmacs vuelve a llevarnos al universo personal de Jeunet, en esta ocasión desatadísimo, muy lejos de la contención de su obra más reciente y regresando en cambio a un terreno más cercano al de Delicatessen, película a la que incluso referencia de manera directa. Pero Micmacs se ve lastrada por un pobre guión que hubiera necesitado de varias reescrituras para funcionar. No es que los guiones de Jeunet hayan sido nunca todo lo perfectos que podrían haber sido, pero en esta ocasión falla más de la cuenta. Aunque cierta arritmia expositiva hace suponer también que, tratando probablemente de reducirla a una duración estándar, en algunos momentos se pasaron con la tijera en la sala de montaje.
La historia se centra en Basil (Danny Boon, Bienvenidos al Norte), un pobre desgraciado cuyo padre murió por culpa de una mina antipersona y al que años después la mala suerte hace receptor de una bala perdida que se aloja en su cabeza y que podría matarle en cualquier momento. Tras salir del hospital, sin recursos, malvive en la calle, hasta que es adoptado por un grupo de indigentes e inadaptados muy peculiares que recogen chatarra. Es entonces cuando encuentra, casualmente en edificios situados el uno frente al otro, a las dos compañías fabricantes de armas que causaron su desgracia, la que fabricó la mina que mató a su padre y la que fabricó la bala que tiene en la cabeza. Y entonces, con la ayuda de sus extravagantes amigos, decide emprender un plan de venganza contra sus responsables.
Analizando simplemente a nivel de guión, la película lo tiene todo para fallar. Los personajes son planos, reducidos en algún caso al mero arquetipo. Tarda demasiado en entrar en materia. El hilo conductor es demasiado tenue, y la historia avanza con los personajes moviéndose de un objetivo a otro sin que sepamos muy bien por qué hacen lo que hacen. Peor aún, cuando las cosas no salen como deben, a veces resultan mejor de lo previsto; por ejemplo, la culminación de la venganza es ingeniosa, pero no tiene nada que ver con todo lo realizado durante la hora anterior, sino que parece una improvisación de última hora dadas las circunstancias. La trama secundaria, la típica historia romántica, tampoco está demasiado bien llevada, quizá porque la relación inicial entre los personajes apenas llega a abocetarse. Y algunos gags llegan a hacerse repetitivos.
Y sin embargo...
Pues la verdad es que yo la disfruté como un enano. Porque, con todos sus defectos, resulta que Micmacs tiene momentos muy divertidos, tiene mensaje y, sobre todo, es estéticamente cautivadora. Aún diré más: Micmacs es la orgía visual que Jeunet se ha regalado a sí mismo para poder dirigir las secuencias que le apetecía rodar. Desde un numerito con un autómata de lata hasta un hombre bala disparado con un cañón, por citar tan sólo un par de ejemplos no demasiado reveladores, la película es un constante ejercicio de estilo en el que la forma prima totalmente sobre el fondo. Una colección de grandes momentos que la falta de una mejor estructura no consigue ocultar.
El resultado final es por tanto, fallido, pero eso no quita que sea también tremendamente disfrutable. Eso sí, a un director del talento de Jeunet siempre hay que exigirle algo más.
GENIÓMETRO: 3/5 grouchos
2 comentarios:
Con este tío me pasa que tengo la sensación de que esta haciendo la misma película una y otra vez (con la excepción de Alien, que además es más conhazo que las otras, lo cual es complicado).
Pos no, no me gusta mucho Amelie y sucedáneos, que le vamos a hacer.
Pues desde luego, a alguien a quien ya de entrada el estilo de este tío le repatea no le recomendaría esta película, porque no la va a disfrutar.
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