Por ello hoy voy a hablar de tres cómics que hablan de ciencia y de científicos míticos. Tres cómics muy diferentes entre sí pero con una característica en común: su lectura merece mucho la pena.
Creo que ya he citado anteriormente en este blog esta obra que el autor de Bone ha estado realizando desde 2008, y que ha levado a término este último verano. En principio es la historia de un ladrón que se mueve entre diferentes dimensiones, pero poco a poco la historia se va complicando cuando un asesino es enviado tras sus pasos y se va revelando su pasado como científico, su hallazgo del salto interdimensional gracias a la lectura de unos diarios de Nikola Tesla, y su enfrentamiento con las autoridades militares que controlan sus experimentos, lo que resulta en su huída con los diarios.
El tono de la obra es bastante reflexivo (no en vano los pensamientos del protagonista son el hilo conductor de la historia) y predomina la intriga y la tensión, aunque también haya momentos de acción. Y Jeff Smith demuestra su enorme talento, en un trabajo muy alejado de la fantasía con toques humorísticos de Bone.
Nikola Tesla es de nuevo figura fundamental en este cómic que, a ritmo de miniseries, lleva publicándose desde 2007 (pero que confieso no haber descubierto hasta este año). El protagonista es Atomic Robo, un robot dotado de inteligencia artificial creado por Tesla en 1923 y que, tras haber trabajado para el gobierno estadounidense (a cambio de su reconocimiento como ciudadano) e incluso para la NASA, en la actualidad dirige una corporación y lidera un equipo de científicos que se enfrenta a emergencias paranormales y sobrenaturales.
El cómic es pura acción y diversión, que se puede permitir contar aventuras de Robo en diferentes momentos de su vida (los años 30, la Segunda Guerra Mundial, los 60, la época actual...) dado que, al ser un robot, el personaje no envejece. Por si esto fuera poco está salpicado de referencias pop y de maravillosos cameos de personajes conocidos (como Carl Sagan, H.P. Lovecraft o Thomas Edison, aunque mi favorito, por hilarante, es el de Stephen Hawkins en el primer volumen). El resultado es una lectura entretenidísima.
El más reciente de los tres es una de las revelaciones del año en EE.UU. Una serie publicada por Image que nos sitúa en los años 40, cuando el ejército estadounidense reúne a los mejores científicos del país, oficialmente para crear una bomba con la que ganar la II Guerra Mundial, pero también para desarrollar diversos proyectos científicos que serían dignos de Walter Bishop. A medida que la serie avanza se nos va desvelando que muchos de los personajes tienen una agenda oculta y no son lo que parecen. Lo que no deja de ser chocante cuando los personajes son figuras tan conocidas de la historia de la ciencia como Oppenheimer, Einstein, Fermi, Harry Daghlian o Richard Feynmann.
La serie todavía lleva tan sólo unas pocas entregas, pero ya ha abierto puertas para un montón de posibilidades que deberán desarrollar próximamente. Mucho suspense, con cada número conteniendo una historia más o menos autoconclusiva pero que se encuadra en una continuidad imprevisible que no sabemos a dónde nos llevará pero que los lectores estamos ansiosos por descubrir.
En suma, tres series muy interesantes y más que recomendables. ¿Quién pensaba que la ciencia era aburrida?
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