Hacer la Semana de la Fotocopia y no copiar una sección del Blog Ausente sería como grabar un disco de versiones de clásicos del pop británico y no meter un tema de los Beatles. Además, ¿cómo resistirse a la excusa perfecta para hacer mi propio capítulo de Vidas Ajenas? Probablemente no sea tan genial como los originales, pero, ¡qué demonios!
Los problemas de identidad de Fernando Apellido nacieron en el mismo momento de su concepción, en un arrebato de pasión súbita en el servicio de reprografía de la Universidad de Zaragoza, entre el encargado de dicho servicio y la joven María del Pilar Apellido, de apenas catorce años, que estaba allí buscando a su padre, que trabajaba como bedel en el mismo edificio. Cuando el abuelo de Fernando tuvo noticia del estado de buena esperanza de la joven María del Pilar, corrió a moler a palos al padre de Fernando hasta matarlo, lo que le llevó a la cárcel donde, harto de las humillaciones a que le sometían los demás presos, se quitaría la vida taponando sus vías respiratorias con pan Bimbo.
Fernando nunca tuvo personalidad propia. Su abuela Doña Ernesta quiso ver en él un sustituto de su hijo, el Fernando Apellido original, ahogado un par de años antes en el río Huerva. Ante la insistencia de Doña Ernesta, y con la permisividad de su madre, el joven Fernando heredaría de su difunto tío, progresivamente, el nombre, la ropa, la habitación, los juguetes y los libros.
Al llegar a la Universidad se matriculó en Derecho, que al parecer era la carrera que su difunto tío estaba decidido a estudiar de haber llegado a esa edad. Sin embargo, Fernando descubrió que no sentía la más mínima pasión por esta materia y dejó de asistir a clase. Decidido a buscar su propia personalidad, comenzó a emular lo que hacían otras personas. Comenzó a beber, a fumar, a ir con mujeres (y con hombres), a drogarse y a leer libros de autoayuda; viajó por Europa haciendo autostop, viajó al Tibet, se suscribió al Círculo de Lectores, se apuntó a tres sectas y se hizo socio de un club de fútbol. Sin embargo, él seguía sintiendo un profundo vacío interior.
Fue entonces cuando comenzó su relación con Verónica Zalstrein, camarera de un pub que frecuentaba y aficionada a la poesía. Ella le convenció de que la mejor manera de encontrarse a sí mismo era hacer algo creativo. De manera que Fernando se lanzó, de manera casi desesperada, a probar todas las formas artísticas que se le ponían a tiro. Sin embargo, por alguna razón, cuando presentaba sus obras la gente las recibía con desprecio. Había pintado cuadros de girasoles y carretas de heno; había dirigido un cortometraje basado en un sueño que había tenido, en que cortaba el ojo de una chica con una navaja y de su mano salían hormigas; había escrito una novela sobre un monje que investigaba una serie de crímenes en un monasterio, que al final se producían por medio de un libro envenenado; incluso había probado a hacer cómics, creando un vigilante que luchaba contra el crimen vestido, ¡nunca se le habría ocurrido a nadie!, de murciélago. Sin embargo, en cuanto alguien veía su trabajo le acababa diciendo invariablemente que eso ya estaba inventado.
Como consecuencia, Fernando cayó en una profunda depresión que culminó cuando fue abandonado por Verónica, que hizo las maletas y se fue sin avisar dejando solamente una nota con cuatro palabras: "Ya no te aguanto". Verónica emigraría entonces a Centroamérica, donde trabajaría como camarera en un club de alterne hasta que conocería a un miltar con el que se casaría y que unos años más tarde se convertiría en dictador.
Fernando, abandonado y deprimido, decidió que la única salida era el suicidio, de manera que se fue hasta el Puente de Piedra dispuesto a saltar al Ebro. Cuál no sería su sorpresa cuando encontró allí a Betty Zalstrein, la hermana gemela de su ex novia, dispuesta a hacer lo mismo. En vez de saltar al río, Betty y Fernando se pusieron a charlar. Fue de este modo como Fernando supo de los problemas de identidad de Betty, que siempre había estado a la sombra de su hermana, que estaba harta de que la confundieran con su hermana y que, además, sólo conseguía ligar cuando fingía ser su hermana. Fernando, a su vez, le contó su propia historia, y ambos acabaron fundidos en un cálido beso justo antes de que el cierzo arreciara y decidieran irse a un lugar más recogido y, a ser posible, más privado.
De resultas de todo esto, Fernando Apellido y Betty Zalstrein se casaron. Hoy regentan una copistería y son padres de quintillizos. Basándose en sus propias experiencias, Fernando está escribiendo una historia sobre un tipo que escribe el Quijote, años después de Cervantes. Está convencido de que, esta vez sí, será algo original. "Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes", es el mensaje de realización personal que quiere hacer llegar a todos los lectores de habla hispana.
miércoles, septiembre 26, 2007
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