Estimados señores de la Casa Real:
Desde mi humilde página les doy mi más sincera enhorabuena por el embarazo de S.A.R. la Princesa de Asturias. Como súbdito suyo, debo confesar que me siento emocionado ante el acontecimiento, aunque, si me permiten la opinión, se ha hecho esperar demasiado. Por un tiempo debo confesar que me entró el pánico al considerar la posibilidad de que su sobrino el terrible, ése que no para quieto, hace las mil y una trastadas y pega patadas a las niñas, pudiera legar a convertirse algún día en Froilán I. Pero ahora parece que no, que finalmente la Casa Real tendrá un heredero por línea directa. Eso está bien. Pero, Altezas, no se me ofendan por la sugerencia, no es que quiera entrometerme en los asuntos de su Casa que sólo a Vds. compete, pero como español creo que tengo derecho a opinar sobre los asuntos de éste mi Estado, por lo tanto me veo en el deber de proponerles que tengan a bien tener un hijo negro.
No me entiendan mal sus Altezas, no es que no me guste el color de su piel. Pero la Casa Real no ha hecho sino multiplicarse estos últimos años, y todos y cada uno de sus nuevos miembros son blancos. ¿Por qué este racismo? Si la monarquía española es una representación de todos los españoles, ¿por qué no hacer hueco en ella a las minorías? ¿Por qué no puede ceñirse la corona sobre una regia figura de ébano?
Los tiempos, señores, están cambiando. Cada vez hay más emigrantes que vienen a España. Se instalan aquí, dan color a las calles, ayudan a reactivar la economía y se nacionalizan. Sus hijos han nacido aquí y son tan españoles como ustedes y como yo. Ustedes les representan. Por tanto, ¿no sería una deferencia para con ellos darles un símbolo con el que verdaderamente pudieran sentirse identificados? Porque, sinceramente, la bandera no es un gran símbolo. Está manchada con la herencia de un pasado ensangrentado y es la enseña que blanden los que los desprecian, insultan, explotan y machacan a golpes. La Constitución, bueno, necesita unos arreglos urgentes, además puede quedar un poco en segundo plano si acaba aceptándose la europea. Y el himno, bueno, por no tener, no tiene ni letra, lo que está bien para que pueda cantarlo cualquiera aunque no sepa español, pero es un himno militar, y eso hoy en día no conecta con la sociedad. Incita al orgullo, a la lucha, al enfrentamiento. No es que me queje, el himno está musicalmente muy bien, pero es que al escucharlo dan ganas de ponerse firmes y desfilar. Perdonen que se lo mencione, pero el de la República estaba muy bien, era popular, era festivo, si me apuran diré que era incluso bailable. No les sugeriré que lo retomen, pero podría buscarse otro, no haría falta que fuera tan festivo como el de Asturias ni tan conmovedor como el no-oficial de Aragón, simplemente algo más cercano al pueblo. El pasodoble aquel de "Que viva España", por ejemplo; festivo, políticamente neutral, y además se lo sabe todo el mundo.
Pero volviendo al tema del heredero, con todo el respeto, piénsenlo. ¿No sería un detalle? Las relaciones con África mejorarían exponencialmente. Las relaciones con América serían mucho mejores. La aceptación de la diferencia en la sociedad sería más fácil de implantar en la consciencia colectiva. ¿Quién va a ser racista en España siendo súbdito de un rey de piel oscura?
Si lo que a sus Majestades les preocupa es el posible rechazo social por el color de su piel, les ruego que piensen que, aunque efectivamente habrá sectores que se muestren un tanto reacios a aceptar este asalto a la tradición, en general a la gente le parecerá bien, y de hecho estoy seguro de que reinará en el pueblo español un clima cercano a la euforia en cuanto se certificase la noticia, dibujándose en la mayor parte de las caras una amplia sonrisa, acaso de oreja a oreja y en algunos casos incluso tendente a la carcajada. A fin de cuentas, un pueblo capaz de aceptar el reguetón puede aceptar cualquier cosa. Y si no les basta con la certeza de hacer feliz a su pueblo, piensen que nadie se metería con su primogénito, que la prensa ya se encargaría de poner en su sitio a aquellos que desafiasen la corrección política y se atrevieran a meterse con la Casa Real únicamente por el color de su piel.
Si les resulta violento, ocúltenle que es negro, no se lo digan hasta que no sea lo suficientemente mayor para entenderlo, pero, ante todo, no olviden inculcarle que es una persona, y que las personas no se miden por el aspecto exterior sino por sus actos, y que también negro fue Baltasar, y Jimi Hendrix, y Mohamed Alí, y los Harlem Globetrotters, y la mayor parte de las dinastías egipcias, y puede que hasta Jesucristo. Y no se preocupen por el shock que pueda suponerle: creo que puedo garantizarles que, como Príncipe de Asturias, su vida no se verá afectada por este hecho. Es más, el morbo sexual que despertaría en privado sería probablemente la envidia de cualquier noble europeo contemporáneo suyo, si bien este tema, perdónenme, prefiero no tocarlo. Todos los futuros reyes deben tener una vida privada.
Me atreveré incluso a sugerirles el nombre de Mandingo para el próximo heredero, como modo de ser coherentes con la tradición de su etnia y porque musicalmente eso de Mandingo de Borbón o Mandingo I de España suena francamente bien. Y además es un nombre bastante evocador, potente, con fuerza y vigor, nombre de conquistador. Un nombre digno de un rey.
Así pues, y esperando tengan a bien considerar mi sugerencia, que a fin de cuentas no puede sino traer parabienes a este nuestro Estado y cuya realización no supondría sino un gran orgullo para S.A.R. el Príncipe de Asturias y un gran placer, o los que hagan falta, para S.A.R. la Princesa, me despido, deseándoles que todo en su embarazo les vaya perfecto para que pronto todos los españoles podamos observar orgullosos a nuestro Mandinguito.
Atentamente,
Q
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