Porque, a ver. Por un lado estaba Virgil Travis, un evil genius millonario capaz de crear muñecos vivos y utilizarlos para matar a sus enemigos. Que esconde su rostro tras una máscara de goma que parece de un monstruo. Y que lo esconde para ocultar una deformidad física: que su cabeza es del tamaño de la de uno de sus muñecos, porque fue concebido en una botella. Que tiene dos criados: uno que lleva la cara pintada de payaso, y que además resulta ser cura, y un enano cuya principal misión es azuzar a un grupo femenino de rock que su jefe tiene ncerrado en una celda para que toquen cuando él lo diga.
Y luego estaba Moira Yulin, la esposa de su archienemigo Harrison Yulin, que en realidad no es más que un pelele en manos de su mujer, el verdadero cerebro. Moira, que en realidad es una temible dominatrix cuyo único deseo es someter a los hombres. Moira, que es quien descubre el plan de Virgil para destruir a sus enemigos y decide enfrentarse a él, utilizando todas sus armas (tampoco os destripo lo que pasa).
Y por si esto fuera poco... ¡¡¡además hay dos finales!!! Porque dicen que los autores no se decidían a escoger uno de ellos así que pusieron los dos.
El caso es que era una serie B sin mucho presupuesto ni muchas pretensiones, pero yo me lo pasé en grande.
FRIKÓMETRO: 3/5 averías
(Mientras tanto en TVE echaban una de esas inaguantables galas de verano que no hay Cristo que aguante, y en Antena 3 un programa del corazón. Para matarlos.)
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