(aunque, en realidad, y a causa de la relatividad del tiempo, quizá no sea el último, como demostraría cualquier experto en Estudios Tichianos)
Ayer murió Stanislaw Lem, uno de los grandes de la ciencia-ficción. Autor polaco muy alejado del cánon prototípico del género tal y como éste se ha desarrollado principalmente en América (él mismo consideraba la ciencia-ficción americana como kitsch, mal escrita y sólo preocupada por el éxito de ventas, con apenas alguna excepción notable como Philip K. Dick), sus historias siempre tenían mucho más subtexto que acción en sí mismas. A medio camino entre la perplejidad existencialista de Kafka y el sentido del humor desencantado y cínico de Swift o Vonnegut, Lem desarrolló fábulas robóticas y cuentos desencantados, planteó historias en las que ni los personajes ni los lectores conseguían encontrar explicación a los acontecimientos, prologó y reseñó libros que no existían, siempre incluyendo una profunda reflexión sobre la condición humana. Nos dejó obras maestras como Solaris o los Diarios de las Estrellas, éstos en concreto (las aventuras del viajero estelar Ijon Tichy, que reaparecería posteriormente en otras obras como la también estupenda Congreso de futurología) son mi obra favorita de ciencia-ficción y os los recomiendo encarecidamente.
A ver si otro día con algo más de tiempo hablo de alguna de sus obras, que merecería la pena hacer un post más extenso. Por ahora, quede aquí reflejada mi admiración en esta entrada a modo de pequeño homenaje.
Hasta siempre, maestro.
martes, marzo 28, 2006
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