miércoles, marzo 15, 2006
Cualquier cosa que la gente diga de los Arctic Monkeys...
Quizá los críticos de NME sean exagerados. Ya se sabe cómo es la prensa musical británica, siempre intentan vendernos cada nuevo grupo que sale como EL grupo. Pero esta vez puede que sus esperanzas tengan algo de fundamento. Los Arctic Monkeys no son guapos, no son elegantes, no son virtuosos y desde luego no son la mejor banda del mundo; sólo hacen buenas canciones, que no es poco. Y, en la comparación con otros grupos recientes que parecían destinados a ser el gran grupo de la década, el cuarteto de Sheffield sale ganando. Hay en sus canciones un algo, una especie de furia juvenil espontánea, ésa que puede imitarse pero nunca impostarse, y que les faltaba a las anteriores supposed big things de la década, Franz Ferdinand y The Strokes.
Es posible que el fenómeno que ha supuesto la aparición de Whatever People Say I Am, That's What I'm Not no tenga continuidad, por supuesto, y que se queden en el camino como grupo que pudo ser grande y no explotó; pero esa historia está por escribir. Lo que importa ahora es que ya sólo por el disco que han hecho valía la pena la aparición de los Arctic Monkeys. Su debut ha sido el más impactante de la música británica desde 1994, el año del Definitely maybe de Oasis y del Dummy de Portishead. Y eso a base de un garaje-pop acelerado y repleto de riffs inspirados, melodías pegadizas y canciones de tres minutos que siempre te dejan con ganas de más. Y, por supuesto, de canciones tan incontestables como la estupenda "I bet you look good on the dancefloor", "Fake tales of San Francisco" (con su riff funkoide hijo del "Start" de los Jam y nieto del "Taxman" de los Beatles) o, mi favorita, la que a mí me conquistó, "When the sun goes down", sórdida postal de prostitutas y matones en los barrios bajos de Sheffield, cuyo video está compuesto en realidad del montaje de escenas de un corto, Scummy man, basado en dicha canción, escrito y dirigido por Paul Fraser y protagonizado por Lauren Socha y Stephen Graham (a quien pudimos ver en Snatch).
Lo peor del disco es que lo hayan ensalzado tanto, quizá demasiado, por lo que cualquiera que lo escuche y no quede inmediatamente deslumbrado va a pensar que es un nuevo timo del NME. Y no, realmente es un muy buen disco. Hasta me lo he comprado. ¡Sí, me lo he comprado! Yo, que no me compraba un disco recién salido desde el (por cierto, glorioso) Daisies of the galaxy de los Eels... ¡hace seis años!
Esperemos que los Arctic Monkeys tengan tiempo y capacidad de superarse. De momento, prometen. Mejor aún: dan.
GENIÓMETRO: 4/5 ringos
(Sí, estoy posteando a las nueve menos diez de la noche, ¿qué pasa? Hoy tenía que trabajar hasta tarde. A veces tengo trabajo y todo.)
Etiquetas:
Discomanía,
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