La Cúpula ha reeditado recientemente
Sonámbulo, de Adrian Tomine. Yo ya la tenía por casa en la vieja edición de La Factoría, así que no me la he comprado, pero es una lectura que os recomiendo. Aunque, ¡ojo!, que
en la edición han cometido un error y están imprimiendo de nuevo. Si vais a comprarlo, podéis esperar un mes más...
Adrian Tomine comenzó a autoeditarse su minicomic
Optic Nerve en 1991, a los 17 años. Su contenido sorprendía por una madurez gráfica y narrativa impropia de su edad, aunque todavía alejado de su pulcritud y rirmo reposado que con el tiempo se han convertido en su marca de fábrica. Hasta 1994 publicaría siete números, el último de ellos con una beca de la Fundación Xeric, en los que experimentaría con diversos tipos de historias y estilos, encontrando finalmente esa voz propia que andaba buscando. Sus historietas de esta época pueden encontrarse en el recopilatorio
32 stories, publicado por
Drawn & Quaterly e inédito en España. Un tomo irregular, quizá con un exceso de temas autobiográficos y transcripciones de sueños, pero con momentos muy interesantes cuando se pone a contar historias. En suma, una obra interesante pero de un artista aún en evolución.
Sonámbulo es otra cosa. Después de firmar por
Drawn & Quaterly y que éstos pasaran a editar, desde un nuevo número uno, su
Optic Nerve, Tomine demuestra haber encontrado ya su camino. Siguiendo por la vía abierta en los últimos números de su etapa autoeditada, sus historias se convierten en un catálogo de personajes desubicados y/o emocionalmente mutilados. Novios abandonados, parejas que espían a sus vecinos o estudiantes en trabajos de medio pelo llenan las páginas de una serie de anécdotas entre tristes y enfermizas que hicieron que Tomine fuera comparado con Raymond Carver, no sin motivo. También en esta época se va haciendo progresivamente más importante en su obra la influencia de Daniel Clowes, por encima de la de Mazzucchelli que le había marcado más en sus comienzos. El resultado es una excelente colección de historias con un predominante tono melancólico.
Pero Tomine seguía evolucionando. En sus siguientes entregas de
Optic Nerve abandona el formato corto para dedicarse a relatos más largos que se prolongan toda la extensión del número de la revista. Una vez dominado el formato corto, se lanza a escribir historias más complejas, con más protagonistas, con más situaciones. Aunque, en el fondo, no deja de ser él mismo: de nuevo el mismo estilo, el mismo tono triste, casi de resignación, de sus mejores historias cortas. Recopiladas en el volumen
Rubia de verano, también editado por La Cúpula (aunque la mitad de su material ya aparecía en el
Sonámbulo de La Factoría), ponen de manifiesto la madurez de Tomine como autor. "Alter ego" quizá sea lo mejor que ha escrito nunca, aunque mi favorita es "Escapada hawaiana". Completan el volumen "Rubia de verano" y "Amenaza de bomba", en las que Tomine, siempre en constante búsqueda, abandona la subjetividad de la primera persona para enfrentarse desde fuera a un reparto más amplio y coral.
Y la evolución de Tomine continúa. Ahora mismo está trabajando en su primera historia larga, de unas cien páginas, que ocupará tres números completos de
Optic Nerve. Vamos, una verdadera novela gráfica. Promete...
En fin, un autor al que vale la pena leer.
TEBEÓMETRO: 4/5 eisners
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