viernes, abril 08, 2005

¿Por qué nadie se acuerda de ésta?

Ahora que está de moda reivindicar películas ochenteras de las que nadie se acuerda, voy a traer a colación una película que puedo sin rubor incluir entre las que más carcajadas han logrado arrancarme, y que, sin embargo, hoy parece olvidada. Ah, recuerdo haber salido alguna tarde con los amigos a los 14-15 años, sin un duro en el bolsillo, y haber ido a la biblioteca, al servicio videográfico, para pasar la tarde allí viendo una película gratis. También recuerdo que con ésta y con La vida de Brian casi nos echan de allí porque nos reíamos demasiado. Qué tiempos...
Los dioses deben estar locos (1980) es una película botswanesa que parte de un hecho tan aparentemente inofensivo como que el piloto de un avión de combate que sobrevuela el desierto acaba su Coca-Cola y tira la botella vacía por la ventana. Por desgracia, cae sobre una aldea de bosquimanos que creen que el objeto les ha sido arrojado por los dioses. Al principio todos están muy contentos por lo útil y bonito del objeto, pero pronto comienza a ser causa de disputas entre los miembros de la tribu, hasta entonces pacífica y desconocedora del concepto de propiedad privada. Por esta razón el bosquimano decide emprender un viaje para arrojar el objeto por el borde del mundo. Por otro lado, en una aldea al borde de ese mismo desierto vive, desempeñando labores de profesor, un hombre blanco, que debe acudir a recoger al aeropuerto a una bióloga que acude a pasar allí unos días para estudiar el hábitat -por desgracia el buenazo del profesor tiene la extraña maldición de quedar siempre como un idiota cuando está en presencia de una mujer. Ah, y al mismo tiempo hay un grupo de revolucionarios que rondan la zona... Todo esto narrado con estilo documental (lo que contrasta aún más las diferencias entre la plácida existencia de los bosquimanos y los irracionales comportamientos de los hombres "civilizados") y con un ritmo frenético de gags que la convierten en una película hilarante.
GENIÓMETRO: 4/5 grouchos


Tras el éxito de la película el mismo director, el sudafricano Jamie Uys, realizó una secuela, con una historia menos profunda (el bosquimano debe perseguir a un camión que, inadvertidamente, se ha llevado a sus hijos) pero igualmente muy divertida, que también tuvo un gran éxito. Por desgracia, a partir de ahí empieza a ser producida desde Hong Kong y la saga degenera: la tercera parte se convierte en una mezcla entre el cine fantástico oriental y las películas anteriores, en ella el bosquimano se enfrentará a un antiguo vampiro chino; en la cuarta parte es accidentalmente enviado a Hong Kong; y la quinta y última entrega, en la que se recuperaba a Jamie Uys como director, vuelve a dejar al bosquimano perdido, esta vez por China. En fin, de todas formas la mejor, la imprescindible, era la primera.

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