miércoles, marzo 02, 2005

Grandes momentos de mi vida como espectador: una historia sentimental de la televisión (parte II)

LOS LAGARTOS
Hace veinte años las cosas eran diferentes. Los kioskos no vendían DVDs, porque no existían. En realidad, apenas existían los videoclubs, porque casi nadie tenía video. (Digresión: recuerdo que en mi escalera fuimos los primeros en comprarnos un video; recuerdo que lo estrenamos con todos los vecinos en nuestro salón mirando fascinados la película "Cazafantasmas"; recuerdo que el videoclub más cercano estaba en el centro de la ciudad, en El Corte Inglés... parece la edad de piedra, y sin embargo no hace tanto...)
Esto quiere decir que la gente veía lo que echaban por la tele, y entonces sólo había dos canales (y el segundo muchas veces no se veía). Y lo hacía más a menudo que ahora, porque tampoco tenían consolas ni internet ni nada. Casi nadie tenía ordenador. (Digresión: También fui el primero de mi escalera en tener ordenador, aunque un Spectrum de 48K no parezca ahora como para fardar demasiado, pero entonces era una maravilla)
Además, había una capacidad de sorpresa hoy desconocida. Hoy parece ciencia ficción, pero yo a los 10 años no había visto La guerra de las galaxias ni sus secuelas. Era imposible. Si no ibas a verla al cine, te la perdías, hasta que quizá algún día la pusieran en la tele. Igualmente no había visto nada de Star Trek, Indiana Jones o clásicos similares. (En cambio, ya había visto todas las películas de los Hermanos Marx y los clásicos del terror de la serie B que ponía Chicho Ibáñez serrador en "Mis terrores favoritos". Como ya he dicho, entonces se dependía de lo que programaran en TVE.)
Quizá por ello hoy resulta difícil a los chavales comprender de qué manera impactó ESTO a toda una generación:

Porque, vale, aquello era impresionante. ¿Extraterrestres? Las únicas naves espaciales que habíamos visto eran las de Galáctica, y los más mayores las de Star Wars, y en ambos casos eran galaxias lejanas y en el futuro... pero, ¿platillos volantes en la Tierra, hoy? ¡Qué fuerte! Y luego cuando se descubre que son malvados lagartos, ¡no lo podíamos creer! ¡Comían ratones como si fueran espárragos Carretilla! ¡Y hasta un gato! Y luego lo de la chica que queda embarazada, cuando dio a luz a los gemelos de las estrellas, la chica con la lengua bífida y ¡¡¡¡¡ese niño veeeeerdeeeee!!!!!, bueno, aquel día se paralizó el mundo, en el colegio no se hablaba de otra cosa. La miniserie acabó con aquello del polvo rojo, y comenzó la serie regular, más cercana a un culebrón, más anodina, más... como lo que es Smallville hoy, más o menos. Cuando la vi de mayor, años más tarde, en su reposición, me di cuenta de inmediato de que se había quedado atrás. Los efectos están ahora tan superados... aunque entonces lo flipábamos. Y en cuanto a la historia... la primera parte tenía sentido, lo de los uniformes, la metáfora del nazismo, todo iba en una dirección, la del final feliz con los globitos y el polvo rojo... pero luego aparece un Lionel Luthor corporativo, un Halcón Callejero cutre y una Lagarta Rubia, y la niña de las estrellas crece y parece mayor que su madre y no hace más que repetir "Pretinama"... ¡pero si en un capítulo hasta llegan a besarse Donovan (el bueno) con Dayana (la mala-lagarta)! La cosa se había salido de madre.
Pero mientras, nosotros coleccionando los cromos que salían en la TeleIndiscreta, comiendo ratones de caramelo y jugando a "UVE" en el recreo. Bueno, el único problema es que TODOS queríamos ser el mismo personaje...

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