Bueno, pues ya ha terminado la publicación de Agujero negro, el trabajo más cuidado y ambicioso (y para mí, el mejor hasta la fecha) de Charles Burns hasta la fecha. Y la sensación que me ha dejado es... extraña. Me gusta, pero no estoy seguro de por qué.
En Agujero negro, Burns lleva su catálogo de pesadillas de su anterior marco artificial y casi paródico, sacado directamente del cine de serie B (El Borbah, Big Baby), a un marco nuevo, hiperrealista, lo que le da una nueva perspectiva. La aventura deja paso a la reflexión, la acción al recuerdo, el detalle inquietante a la digresión. La narración es pausada, tranquila, sutil, nada que ver con otras obras de Burns. Y, además, está repleta de imágenes poderosísimas dignas (o incluso por encima) del mejor Cronenberg. El final, horriblemente, desesperantemente abierto (y utilizo aquí el término "horrible" no porque me parezca un mal final, sino por lo que contiene de horror existencial) no hace sino amplificar una sensación que acompaña toda la serie. Los personajes principales vagan sin rumbo en un mundo repleto de secundarios que vagan igualmente sin rumbo, y nunca pueden saber a dónde les van a llevar sus elecciones. Al final, la historia de una plaga que deforma físicamente adolescentes, dándoles en muchos casos la apariencia de monstruos, no es sino una excusa para analizar sus miedos: a la diferencia, al rechazo, a la soledad, a la independencia. En suma: al futuro.
TEBEÓMETRO: 4/5 eisners
lunes, marzo 14, 2005
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