Uno de los grandes fenómenos sociales de la segunda mitad del siglo XX fue la revolución sexual. No voy a entrar en análisis, pero sus efectos en las producciones cinematográficas serían evidentes, con una notable proliferación de películas eróticas y pornográficas que, si bien no eran necesariamente una novedad, sí llegaban a las masas por vez primera, al empezar a legalizarse las salas de cine X. Por supuesto, también el género del que tratamos se vería afectado. Desde finales de los 60 los falsos documentales se convierten en uno de los formatos esenciales para las películas eróticas, con la excusa del estudio antropológico. Una excusa perfecta para el
softcore. También será utilizado por el
hardcore, pero en bastante menor medida; al menos hasta que John Stagliano invente el
gonzo en 1989 y se abra la veda para falsas grabaciones caseras, falsos castings y falsos actores amateurs que, por su bajo coste de producción, constituyen hoy una gran parte de la producción internacional de cine porno. Pero esa es otra historia, y muy posterior.
En lo que a nosotros respecta, lo interesante es que las reacciones de la sociedad ante estos cambios van a tener su eco también en el cine no erótico, aunque ello le obligue a bordear las calificaciones más restrictivas. En esta época van a comenzar a realizarse bastantes documentales (verdaderos) en torno al sexo, puesto que está dejando de ser un tema tabú y es bastante interesante y, por qué no reconocerlo, comercial. Y, como medio de reírse de las convenciones sociales que observan con escándalo este despertar sexual, el tema se convierte también en uno de los favoritos de la comedia de la época. Ambas tendencias van a converger en un par de falsos documentales.
En 1970 un formato mixto de comedia y documental dará lugar a uno de los films más importantes de la historia del cine australiano:
The Naked Bunyip, de John B. Murray. La película fue realizada sin apenas dinero, en un momento en el que apenas había producción porque los distribuidores no exhibían las películas de autores locales, en la creencia de que no interesaban a nadie. La mayor parte de la película son testimonios reales que constituyen un verdadero documental; sin embargo, el hilo conductor es un protagonista creado de propio para buscar un efecto cómico, un joven y tímido técnico en marketing que es enviado por sus jefes para realizar una investigación de mercado en torno al sexo (aunque él hubiera preferido investigar sobre agricultura), sin saber nada sobre el tema; un personaje silencioso que apenas habla (aunque la película sí recoge sus pensamientos) y que tiene algunos momentos de comedia física. La película fue un éxito en su país y fue decisiva para que el cine australiano saliera de un bache que lo había arrastrado casi hasta la desaparición, al recuperar para la industria local la confianza de los distribuidores.
En América, por su parte, las posibilidades del tema no escapan a los ojos de provocadores profesionales como Alan Abel. Conocido por sus bromas y engaños, este escritor, músico, director y artista conceptual de la sátira merecería un post por sí sólo. Y, como buen farsante, encontró en el falso documental una vía excelente para sus sátiras: sus dos películas se adscribirían a este género. Con el sexo como tema central dirigiría, formando equipo con su esposa Jeanne,
Is there Sex after Death?, comedia rodada en 1971 que mezcla sketches cómicos estructurados en la forma de un documental (al estilo de
How to irriate people) junto con verdaderas respuestas de gente de la calle a las maliciosas preguntas de Abel. Sin embargo, la proliferación de desnudos (un sketch incluso estaba rodado en una colonia nudista) hizo que la película fuera calificada X, lo que condenó su carrera comercial.
Poco a poco, la utilización del formato de falso documental para la comedia se iría convirtiendo en algo más que sketches encadenados. Algunos autores se darán cuenta de las posibilidades satíricas del género si era utilizado como falsificación. Woody Allen sería, una vez más, el pionero a la hora de profundizar en estas posibilidades. No del todo satisfecho con lo conseguido en
Toma el dinero y corre, en 1971 volvía a aproximarse al género con
Men of crisis, un cortometraje para televisión en el que el propio Allen daba vida a uno de los asesores del presidente Nixon, mezclando grabaciones reales del presidente con sus propias imágenes, para las que contó con la complicidad de Richard M. Dixon, un conocido doble del entonces presidente. Sin embargo, la cadena, temiendo la reacción del gobierno, decidió no emitirlo, y Woody Allen abandonó echando pestes el medio televisivo. Años después todavía volvería al género, como veremos más adelante.
Similar al corto de Allen sería la segunda (y última) película de los Abel,
The faking of the president, realizada en 1976, ya tras el escándalo del Watergate y la dimisión de Nixon. En ella los Abel realizaron el mismo juego, mezclaron grabaciones reales del presidente Nixon con otras protagonizadas por su doble, con un propósito satírico. Entre otras perlas, la película incluía una escena en la que Nixon robaba flores de la tumba del perro de Roosevelt para ponerlas en la de su propio perro. Un estilo de humor menos sutil y más caústico que se correspondía con las nuevas tendencias de la comedia americana del momento, que estaban en aquellos momentos dando origen al hoy mítico Saturday Night Live.
Precisamente al Saturday Night Live se deberá la realización de uno de los films más importantes del género. El Python Eric Idle y el músico Neil Innes (ex-miembro de Bonzo Dog Doo-dah Band, cómplice habitual suyo desde antes incluso de crear los Python y luego colaborador de éstos) habían formado
The Rutles, una parodia de los Beatles, para
The Rutland Weekend Television, un programa de humor que Idle había creado tras el cierre del Flying Circus, y que duró dos temporadas. Después de aquello Idle se instaló en América, y un sketch que simulaba un documental sobre la carrera de los Rutles fue realizado para SNL. Tuvo bastante éxito, y los productores del programa decidieron pagarle a Idle la realización de un largometraje. Así, en 1978 se realizaría
All you need is cash, con la paradójica circunstancia de ser una película concebida, escrita, producida y protagonizada por ingleses... pero con capital americano, hecho para la televisión americana.
All you need is cash funciona como parodia a muchos niveles: no sólo parodia el fenómeno de la beatlemanía y el devenir de la carrera musical y vida personal de sus componentes, sino que también se ríe de las convenciones del formato documental y satiriza una serie de documentales sobre los Beatles que había realizado la BBC unos años antes. La cuidadosa falsificación/parodia que Neil Innes lleva a cabo de los estilos de los Beatles en el apartado musical incluso llevó a algunos de los más conspiranóicos fans de los Beatles a pensar que alguna de las canciones era, de hecho, un descarte real de los de Liverpool. Y la recreación rutlesiana de algunos momentos fílmicos de los Beatles alcanza cotas antológicas (la parte que parodia
Yellow submarine es
una pequeña obra maestra). Los propios Beatles apreciaban la película -de hecho George Harrison incluso realiza un pequeño cameo.
Curiosamente, su estreno televisivo en América resultó un fracaso en términos de audiencia, aunque con el tiempo se convertiría en una película de culto. Y le cabría el honor de inaugurar el subgénero de los falsos documentales centrados en ficticios grupos musicales, inspirando a Rob Reiner (segun confesión de éste) su colosal
This is Spinal Tap, de la que hablaremos en la próxima entrega.
De esa misma cantera del SNL saldrían dos películas más que adoptarían la forma de falsos documentales. Albert Brooks, uno de los primeros presentadores y directores de sketches del programa, dirigiría en 1979
Real life, una parodia de un (en su momento, experimental y pionero) reality-show llamado
An american family, en la que un narcisista director trata de convivir con una familia disfuncional de clase media para tratar de documentar su vida durante un año. Una visión ácida y cruel sobre las interioridades de la industria que se adelanta a la época dorada de los
reality, y que, pese a no haber en su momento una gran carrera comercial, se ha convertido posteriormente en objeto de culto.
Menor fortuna tendría Michael O'Donnoghue, fundador de National Lampoon y primer jefe de guionistas del SNL, cuando en 1979 realizó un especial televisivo llamado
Mr. Mike's Mondo Video, una sucesión de sketches estructurada en torno a una parodia de
Mondo Cane, pero a causa de su contenido excesivamente crudo la NBC decidió no emitirlo. En respuesta, O'Donnoghue dejó de trabajar para ellos, aunque volvería brevemente al SNL en 1981. El film fue entonces estrenado comercialmente en cines, pero no tuvo demasiado éxito comercial y O'Donnoghue no volvió a dirigir.
Mientras tanto, en Canadá se mezclaba el sentido del humor que caracterizaba los falsos documentales americanos con la inventiva y verosimilitud de los falsos documentales europeos en
L'Affaire Bronswik, un cortometraje realizado para televisión por Robert Awad y André Leduc en 1978, y en el que cuentan la historia de una gama de televisores my económicos puesta en el mercado en los años 60 que resultan ser el invento de un científico loco para empujar a los televidentes hacia un desbordado consumismo. El film tuvo gran éxito, ganando numerosos premios en gran cantidad de festivales internacionales, e incluso estuvo nominado para ganar la Palma de Oro en Cannes.
En fin, que, en los 70, mientras en Europa se exploraban las posibilidades dramáticas del falso documental, en América predominaría una utilización cómica del género. En parte por la influencia de la contracultura americana de los 60 y en parte por la diferente receptividad del público, la sátira se impone a la denuncia y la caricatura al realismo. La única excepción que he encontrado sería el cortometraje
No lies, realizado por Mitchell Block en 1974, en un tono intimista similar al de
David Holzman's Diary. Pero este subgénero de "grabaciones caseras" no tenía mucho sentido en una época en que nadie tenía una cámara en casa (ambos films parten del presupuesto de que el autor es estudiante de cine); tardará todavía varias décadas en hacerse habitual, hasta llegar a la explosión definitiva de youtubes y videoblogs. Pero de eso ya nos ocuparemos en su momento.
Continuará.