¡Vuelve la sección con la periodicidad más excéntrica del mundo de los blogs! Cinco meses después, otra vez he decidido ponerme a analizar uno de aquellos discos que marcaron a los de mi generación. En esta ocasión, el disco que llevó el
duduá a la radiofórmula:
Una noche en Malibú, de los sin igual
Tennessee.
Los
Tennessee eran un grupo madrileño atípico, por el tipo de música que hacían tan retro, por las pintas (a juego con la música), y porque en la época en que la imagen empezaba a vender más que el producto no era normal que una multinacional fichara a un grupo con un cantante de voz chillona con problemas de movilidad y la cara picada de viruelas. Tennessee pertenecía a toda una generación de grupos que en los 80 en vez de dejarse seducir por el post-punk, la new wave y la posmodernidad, tiraron por el lado del rock´n´roll clásico. El rockabilly, las cazadoras de cuero y los tupés a lo Elvis fueron las bases de nombres míticos como Loquillo y los Trogloditas, Los Rebeldes o Más Birras
(¿cómo que no sabes quiénes son estos? ¡ya estás tirando ahora mismo del eMule, bandarra!), pero Tennessee, sin embargo, se centró más en las armonías vocales (habían empezado como grupo vocal porque no sabían tocar ningún instrumento) y se dedicó a un sonido incluso más clásico y retro, repleto de historias de amor adolescente en institutos americanos de los años 50 (sí,
Grease les debió marcar... años después les llamaron para la grabación del musical en español), más cercano al más conservador y romántico
tin pan alley que a la indomable rebeldía de los rockers.
Después de cuatro LPs para una compañía pequeña, Tennessee firmó con una multinacional para éste su quinto disco, que publicaron en 1990, y con el que consiguieron sus mayores éxitos. También tuvo éxito el posterior
Llueve en mi corazón (1991), pero después del tropezón de
Sueños (1992) salieron por la puerta de atrás y regresaron a las compañías pequeñas, donde aún grabarían cuatro discos más antes de separarse, el último en 1998 y ya sólo con dos de los componentes. Volvieron en 2004, haciendo lo mismo de siempre. Quizá un poco demasiado suavecitos y "políticamente correcto" para mi gusto, pero ganan por goleada a cualquier grupo nacional de radiofórmula de hoy.
Y ahora, vamos con las canciones:
Una noche en Malibú: Hoy la ví con otro y no supe actuar, ya me lo advirtieron, esa quiere más. El tema que daba título al disco fue también el tercer single. Tema típico: historia de despecho por una mala mujer. Un tema suavecito con arreglos de viento.
¡Qué rollazo, chico!: Qué rollazo, chico, tú siempre estás igual, contándome el ligue de ayer, y yo aquí sin comerme una ro-os-ca, y encima aguantándote. Jocoso diálogo entre dos amigos, el típico perdedor que no liga nada, y el típico Don Juan que hay en todo grupo de amigos. Atentos al consejo impagable que le da el Don Juan a su amigo para ligar:
te has de comprar un vaquero azúl, ya sabes cuál elegir, y sin dudar vas a ligar. ¡Y yo creía que La Oreja de Van Gogh eran pueriles!
Por un minuto de esta noche: Por un minuto de esta noche, qué sé yo, daría todo, mi vida, mi corazón. La típica balada romántica que no puede faltar en ningún disco. Ñoña e insustancial.
Te ví correr: La ví correr, ah-bah-chu-uah, llegaba tarde a clase, no sé que hacer, ah-bah-chu-uah, esto no hay quien lo aguante, estoy enamorado, y muy pronto lo sabrás, tú-u-u-uh, tú-u-u-uh... El tema emblema del disco y del grupo, primer single y gran éxito que catapultó el LP a los primeros puestos de las listas de ventas. Un tema de amor adolescente, que la verdad es que no pasaba de ser una recreación duduá de "La de la mochila azul", pero con final feliz.
Le diré, hola qué tal estás, le diré, ven a baila-a-a-a-ar, le diré, quiero que sepas que yo, estoy colado por tu amor. La verdad es que tenía su encanto, en especial por esa manera de saltar de la segunda a la tercera persona a lo largo de toda la canción.
Tu chica ideal: Una canción en la que el cantante (seguramente en pleno subidón tras el éxito de la canción anterior) le habla a un amigo de la chica que le gusta y le anima a que le pida salir. Pero ojo que viene con mensaje, en realidad el que canta es bastante cabrón, acaba diciendo:
no lo pienses, la tienes que llamar, si no lo haces creeme, lo siento amigo me la ligaré. Eso son amigos, sí señor...
Un tonto enamorado: Versión del clásico "Why do fools fall in love", que destrozan sin piedad.
Un sábado más: Nos vamos a bailar, es un sábado más, allí encontrarás, amigos de verdad, verás qué mogollón, eso es lo mejor. Comienza la cara B del disco con un tema retro hasta en el lenguaje:
Pedimos una coca que vacila un montón, movemos las caderas y no paras de charlar, jamás. Música conservadora para una nueva generación de adolescentes que ya no veían la Bola de Cristal.
Tu sonrisa y mis sueños: Me despierto, dónde estás, no te logro encontrar, miro al suelo y puedo ver, una hoja lleva escrito adiós. Claro, tanta ñoñería, tanta cursilada, al chico le deja la novia. Pero el tío erre que erre a hacer una baladita cursi. Ford Fairlane se revolvería en su tumba si no fuera porque el muy cabrón ni siquiera está muerto.
Siempre lucharé por tu amor: Otra baladita (y van...), pero esta vez con más sentimiento, puro romanticismo adolescente. Bueno, en concreto de los de esos adolescentes de institutos americanos de los cincuenta, más fans de Paul Anka que de Elvis. Ñoña y todo, es probablemente uno de los mejores momentos del disco, fue el segundo single.
Dices que son tus padres los culpables, los que prohiben que me quieras, porque creen, que no tienes edad para amar... vale, esta canción tiene una segunda lectura en clave pedófila que probablemente la mejora, pero no creo que fuese la intención del grupo.
No entiendo tu actitud: Otra canción de ruptura sentimental que confirma definitivamente el carácter conceptual del LP. Bueno, y probablemente de toda la discografía de Tennessee. La letra no es precisamente la más inspirada del disco, y dibuja una escena de ruptura totalmente alejada del mundo real:
tu recuerdo, sí, tu recuerdo, asaltó a mi corazón, cuando recibí una foto, un te quiero, y un todo acabó. Definitivamente estos tíos vivían en Pleasantville.
Tu historia de amor: Cierra el álbum un tema de estribillo sin desperdicio plagado de rimas dignas de un adolescente poco inspirado, en especial esa rima final de la palabra "amor" con la palabra "amor", que no se le hubiera ocurrido jamás a Espronceda:
quisiera ser tu Pigmalión, y darle forma a tu corazón, y convertir mi gran pasión, en una historia de amor sin fin, y volar contigo hasta Plutón, conseguir las llaves del amor, y besarte, besarte, mi amor. Ahí queda eso.
FRIKÓMETRO: 2,5/5 averías