domingo, octubre 21, 2007

La Chienlit

Hace año y pico, cuando me dieron el premio al mejor spot en Escorto, dije que era la primera vez que ganaba algo. Bueno, eso no era del todo cierto, aunque si digo la verdad en aquel momento ni me acordaba. Sólo era la primera vez que me daban un premio en un escenario delante de un montón de gente. En realidad ya había ganado un premio antes, cuando iba a la Universidad: me dieron un hermoso cheque y un diploma, aunque sin ceremonias.
El I Premio Universitario de Relato Ultracorto se celebró en marzo de 1999. Consistía en escribir un relato, en un tiempo máximo de una hora y en un espacio máximo de las dos caras de un folio, que comenzara con la frase "Diez años después". Los que nos presentamos llenamos un aula grande, como si fuera un examen. La mayoría llegaban ya con la idea de lo que iban a contar; algunos incluso habían escrito la historia en casa y se la habían aprendido de memoria para ponerla posteriormente en papel. Yo tenía más o menos la idea en mente, pero no fue hasta el momento de la verdad cuando se me ocurrió jugar con la estructura del relato, en una especie de apuesta que fue "o lo aman, o lo odian, pero que no les sea indiferente"; o, en términos más prácticos, "o gano, o quedo el último". Salió cara.
Habida cuenta de que el relato fue publicado en la revista de la Escuela Universitaria de Estudios Sociales, lo que viene a querer decir que no lo ha leído nadie, hacía tiempo que tenía pensado transcribirlo en el blog. El problema es que han pasado ocho años y medio y, bueno, creo que este escrito queda muy atrás. La verdad, en aquel momento me parecía buena idea mezclar referencias cinematográficas, historis de robos, catálogos de arte y estructuras de guión, pero hoy me recuerda más a los telefilmes de intriga que ponen los sábados en Antena 3 que a otra cosa. Vamos, que me parece bastante malo, pero los experimentos estructurales distrajeron lo suficiente la atención de las inconsistencias de la historia como para llevarse el premio. De todas formas, lo pongo para que vosotros mismos juzguéis. Por favor, sed indulgentes... Tened en cuenta que era joven y que está escrito, al vuelo y sin correcciones, en una hora.

Esta imagen no tieme mucho que ver con el relato... bueno, sí, es un cuadro pop
LA CHIENLIT
Diez años después de la misteriosa y muy comentada desaparición de "La chienlit" de su rincón preferente en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el cuerpo de Beth se tostaba al sol junto a una enorme piscina en forma de pera mientras paladeaba un sabroso batido recién hecho (con helado y leche, todo de primera calidad). Dejó junto a su tumbona la copa, todavía no vacía del todo, y se recostó pensando en lo bien que se estaba allí, lejos de la gente y de los problemas del mundo. Cerró los ojos y se concentró en la música que salía del enorme equipo de música que tenía en la casa, y que había puesto a toda potencia para poder escuchar desde la piscina. De repente, la música cesó. Beth se sobresaltó, y se incorporó rápidamente para ver quién había irrumpido en su casa y había parado la música. Ante ella pudo ver una figura conocida en cuya mano había una pistola que apuntaba directamente hacia su cabeza.

FLASHBACK
Un terrible incendio había arrasado el hotel. Los bomberos hacían lo que podían, pero las llamas se extendían todavía por la mayor parte del edificio. El ruido de las sirenas de las ambulancias zumbaba en los oídos de todos los que estaban allí, ante el hotel, asustados y estupefactos, felicitándose de haber podido salir vivos de aquel infierno. No todos habían tenido esa suerte. Habían muerto casi cuarenta personas.
Dale se volvió hacia Eddie, que, a pesar de estar borracho, había podido salir de allí con sólo unas quemaduras leves.
-¿Dónde está el cuadro, Eddie?
Eddie balbuceaba cosas que Dale no podía entender, pero temía o que significaban. Le repitió la pregunta. Eddie lloraba. Betty, su novia, había muerto en el incendio. Dale le agarró del cuello y le levantó en el aire, dejando salir toda la tensión acumulada y sin importarle demasiado la presencia de la policía a escasos metros.
-¡Escúchame, borracho hijo de puta! ¡Dime dónde está el cuadro o te juro que te abro la cabeza!
Eddie pareció reaccionar.
-¿El... el cuadro? ¡Lo tenía arriba! ¡Lo estaba guardando, Dale! ¡Dios mío! ¡No había pensado...! ¡Lo siento! Yo...
Dale lo soltó y se sentó en el suelo, totalmente derrumbado, y sin hacer caso a las inútiles disculpas de Eddie. Qué más daba.
Además, Eddie también estaba hundido. Realmente amaba a aquella chica. Al día siguiente fueron juntos a identificar sus restos. estaba totalmente carbonizada, pero pudieron hacerlo gracias a sus anillos. Eddie no dejó de beber durante dos meses, hasta que decidió poner fin a su alcoholismo tirándose desde un rascacielos. Dale, por su parte, no sabía qué hacer. Para él, el robo de aquel cuadro no era sólo un negocio redondo, sino su propia manera de hacer arte. Entrar en uno de los museos más vigilados del mundo y robar la pieza más valorada, eso para él era llegar a la cima, culminar una carrera que ya ninguna proeza que pudiera realizar haría subir más alto. Y se había visto derrotado por un incendio.
Se preguntó cómo habría empezado el fuego. Y decidió investigar por su cuentaqué había pasado. La investigación oficial había concluido que había sido un incendio provocado, pero no había averiguado por quién. Dale decidió dedicar su vida a encontrar a aquél que le había privado e su gran triunfo.
Pero necesitaba dinero para vivir mientras tanto. Y así, mientras investigaba a los incendiarios de todo el país, aceptaba por otro lado encargos de siniestros coleccionistas de arte para conseguirles obras quelos dueños legítimos no se mostraban dispuestos a vender. Una vez logró robar un cuadro tan importante que el coleccionista no sólo le pagó más de lo convenido, sino que le invitó a ver su colección. Y como Dale era un amante del arte, aceptó encantado.
Y alí fue donde, entre un cuadro abstracto horrendo y uno hiperrealista, lo vio.

EL CUADRO
"La chienlit", de René Jeunechamp. Óleo sobre lienzo, 200 x 170 cm, 1968. Obra maesra de su autor, joven pintor maldito que murió muy joven por sobredosis de heroína y que fue descubierto al salir a la venta sus obras después de su muerte. Genial mezcla de arte pop, cubismo y surrealismo, con una estructura piramidal muy original y un trazo fino y cuidado con una pincelada suelta magnífica.

EL FINAL
(Misma escena inicial, junto a la piscina. Beth, e bañador, se levanta de su tumbona y retrocede hacia una mesitade jardín que tiene cerca. Dale empuña la pistola y se acerca con gran serenidad.)
DALE: Localicé el cuadro por casualidad... y lo entendí todo. Habías huído con él y lo habías vendido. Seguramente lo habías planeado todo hacía mucho. Nunca pensé que pudieses matar a tanta gente para cometer un simple robo.
(Beth retrocede y tiende la mano hacia la mesita. En ella hay una caja en la que guarda una pistola. Necesita hablar, entretener a Dale para poder cogerla. Habla con voz temblorosa.)
BETH: Sí... sí, yo lo hice. Yo provoqué el incendio para poder llevarme el cuadro sin que me buscárais.
DALE: ¿Y tu cadáver?
BETH: También lo preparé. Era una estúpida camarera. La dormí y le puse mis ropas y joyas. Luego me aseguré de que no fuera reconocible.
DALE: ¡Monstruo!
BETH: ¿Yo, monstruo? (Ríe. Su mano levanta con cuidado la tapa de la cajita. dale no se da cuenta, turbado por la actitud de Beth.) ¡Y tú estúpido! ¿Crees que este negocio es un arte? ¡Mira a tu alrededor! Yo he sacado más partido a un solo golpe que tú con toda tu vida de retos personales ¡Te crees grande, y no vales nada!
DALE: (Temblando de ira) ¿ qué dices de Eddie?
BETH: ¿Eddie? ¡Un idiota! ¡Un borracho! ¿También vas a decir que era un artista? ¡Ja! ¿Y ahora, qué vas a hacer?
(Dale levanta su arma y apunta directamente a Beth)
DALE: Voy a acabar con una mala obra.
(Beth, riendo cínicamente, levanta su mano y muestra a su vez una pistola. Apunta a Dale.)
BETH: No te atreverás, Dale. No vales para esto. Yo, en cambio, no tengo tantos problemas para matar.
DALE: Te equivocas.
(Suena un disparo.)

FUNDIDO A NEGRO.

miércoles, octubre 10, 2007

Septiembre greatest hits

Poético paisaje que encontré por ahí en la red
Termina el verano, llega el otoño, empieza el curso y la nueva temporada de series de TV, y los acontecimientos se desbordan. Este mes salieron por fín las bases del Festival de Zaragoza (¡Envía tu corto! ¡Últimos días!); se inauguraron (con notable éxito) las Reflexiones de Repronto; la gente de Milinkito hizo una nueva lista de los 40 demenciales; y vio la luz un nuevo número de La Incineradora, la revista de cine. Casi nada.
Pero, por supuesto, hubo bastante más:

1. En Viruete.com, Wally Week recopiló una colección de muertes estúpidas de películas, mientras el titular de la web recordaba las pseudo-Spice Girls españolas.
2. Paco Fox coleccionó diálogos terribles de la historia del cine. Para mear y no echar gota.
3. Noel se curró un top-10 de suicidios en el cine. La lectura perfecta para un día de depresión. Además, retomó su imprescindible serie sobre las mejores comedias adolescentes, llegando a su quinta entrega: ¡especial John Hughes!.
4. La gente de Cosas de Frikis ha tenido un mes repleto de ideas: Sev hizo su top-7 de peluquines, y una recopilación de anuncios ochenteros; Adbar Sabbar Jenkins hizo su top-10 de dibujantes americanos más sobrevalorados y su top-7 de las mejores tetas de la historia del cómic (aparte las del Capitán América de Liefeld); Cannonball hizo su top-7 de series canceladas; y Funebris mostró las cagadas de algunos famosos. Brutal.
5. Oli nos habló de fortalezas octogonales, de las Agujas de Cleopatra; de la ciudad hacinada de Kowloon; de la sorprendente historia de ciertos estados efímeros de América; de las armas secretas alemanas de la II Guerra Mundial; y de la Operación Fortitude, el ejército inexistente que más daño hizo al enemigo. Y no contento con eso, encima tuvo tiempo de encontrar alguna escena de película realmente bizarra.
6. El Gótico analizó en detalle Invasión USA, de Chuck Norris. Y también demostró cuán diferente era España. Casi nada.
7. Entre las maravillas que nos descubrió Aberron este mes está la increíble odisea del cerebro de Einstein, y dos clásicos del paisaje neoyorquino, el ya desaparecido anuncio de Camel en Broadway y el edificio Chrysler.
8. Jake nos hizo una lista de celebraciones del mundo y nos contó la sorprendente historia de la autocanasta (Pedro Ferrándiz siempre fue un genio). Y por si esto fuera poco, nos recordó un momento glorioso de El Ala Oeste de la Casa Blanca.
9. Don Julito se destapó con un tremendo análisis de terrorismo pop, antes de iniciar con Sildavia una serie dedicada a lugares que no existen.
10. Roski continuó con su historia de los videojuegos, hablando este mes de los primeros cartuchos y de la Edad Dorada. Incluso nos puso unos enlaces a versiones en flash de esos juegos.
11. El Higronauta nos ofreció una impresionante colección de Delicias Higronáuticas Balompédicas: el disco de la selección alemana de futbol del 82, el del Barça del Dream Team y el programa de fútbol que presentaban Manolo Escobar y Loreto Valverde. Y por si esto fuera poco también nos descubrió el asombroso mundo de los teleconcursos nocturnos. Impresionante.
12. Kalimero cerró su impresionante dossier del Verano Tarantiniano. ¡Imprescindible!
13. John Tones nos dio la octava y la novena tanda de razones para adorar Blanco Humano, en la que puede ser una de las mejores defensas/reivindicaciones jamás realizadas de una película. En cuanto acabe sé que tendré la necesidad de revisionar la película.
y 14. AGAF nos habló de las consecuencias del Youtube. Qué peligro...

¡Pues hala! Con esto ya tenéis para pasar el puente...

lunes, octubre 08, 2007

Discóbolo

No es una estatua griega
Hoy se cumple una semana de la muerte de Al Oerter, uno de los más grandes atletas del siglo XX. Un personaje tan mítico que cuando por vez primera leí algo sobre él, cuando aún era un crío, me quedé inmediatamente fascinado.
La leyenda de este neoyorquino de Queens comenzó cuando tan sólo tenía quince años. Parece ser que en el campo de atletismo de su escuela un disco aterrizó a sus pies y él lo devolvió con tal fuerza que el disco fue bastante más lejos de donde estaban los que lo habían lanzado. Eso le permitió empezar como lanzador en el equipo de la escuela y, posteriormente, ganarse una beca como atleta en la Universidad de Kansas, donde en 1954 consiguió, en su primer año universitario, establecer un nuevo record en categoría universitaria.
En 1956, a los veinte años, fue seleccionado como uno de los tres lanzadores que iban a representar a Estados Unidos en su categoría en la Olimpiada de Melbourne. Muy joven, no era el favorito. Su compatriota Fortune Gordien, medalla de bronce en las anteriores olimpiadas y poseedor del record del mundo, era el favorito. Pero Oerter demostró su capacidad de crecerse en las grandes citas y, en su primer lanzamiento, alcanzó una marca de 56,36 m., que establecía un nuevo record olímpico y le garantizaría la medalla de oro.
Su carrera parecía destinada a la gloria, más después de conseguir en 1957 el título de campeón de su país. Sin embargo, todos le dieron por acabado después de padecer ese mismo año un grave accidente de coche en el que casi pierde la vida. Aunque logró recuperarse y seguir compitiendo a gran nivel (fue de nuevo campeón de su país en 1959 y 1960), sus marcas no eran tan buenas como antes. Nadie apostaba por él en la Olimpiada de Roma de 1960: los favoritos eran su compatriota Richard Babka y el polaco Edmund Piatkowski, que poseía el record mundial. Babka fue en cabeza durante los cuatro primeros lanzamientos, pero en su último intento Oerter volvió a mostrar su talento para establecer un nuevo record olímpico de 59,18 m. y llevarse a casa su segunda medalla de oro.
En los años siguientes Oerter, a quien ciertos críticos reprochaban que sólo sacaba lo mejor de sí en los campeonatos importantes pero que el resto del tiempo no hacía las grandes marcas que se esperaban de un bicampeón olímpico, se obsesionó con batir records, consiguiendo por fin en 1962 batir por vez primera el record mundial; algo que haría dos veces más antes de la cita olímpica de 1964. Sin embargo, Oerter llegó lesionado a la Olimpiada de Tokyo en 1964. Una semana antes de la cita, mientras entrenaba en un campo mojado, Oerter resbaló y se produjo una contusión en las cervicales que le agravaba los problemas crónicos que tenía como consecuencia de su accidente de unos años antes. En sus propias palabras: "Sangraba internamente, no podía moverme, no podía dormir, tomaba botes de aspirinas para calmar el dolor. Me aplicaron hielo para minimizar la hemorragia y los doctores me ordenaron no competir. Pero eran los Juegos Olímpicos, y antes te mueres que no competir en unos Juegos Olímpicos."
Con el cuello embutido en un collarín, aplicando hielo constantemente a su herida y con un dolor tan fuerte que tres inyecciones de novocaína no lograban calmárselo, Oerter salió a competir. Parecía que el checo Ludvik Danek, que le había arrebatado recientemente el record mundial a Oerter, tenía campo libre hacia la medalla de oro. Pero Oerter estaba decidido a lograr la gesta. Después de cuatro lanzamientos, Oerter iba tercero, tras lanzar tan sólo un par de metros menos que Danek, lo que era realmente una hazaña dadas las circunstancias. Para él, sin embargo, no era suficiente. En su quinto lanzamiento decidió que le dolía demasiado como para hacer un sexto intento y que era el momento de ir a por todas. Sin dudarlo un momento se quitó el collarín y lanzó. Su marca de 61 m. estableció un nuevo record olímpico y le garantizó una nueva medalla de oro. Aunque él no vio aterrizar el disco: apenas lanzar se desplomó en el suelo, doblado de dolor.
¡Con dos cojones!
Tras este triunfo y un obligado reposo para recuperarse de la lesión (agravada por el esfuerzo), Oerter se lo tomó con calma los años posteriores; aunque aún volvería a ser campeón nacional en 1966, sus marcas eran modestas en comparación con las que hacían las nuevas primeras figuras de la especialidad. El record mundial pasaba de Danek a Jay Sylvester, y ambos llegaban como favoritos a la cita olímpica en México en 1968. Pero, claro, esta vez ya nadie descartaba a un tricampeón como Oerter. Y, efectivamente, con un lanzamiento de 64,78 m., su mejor marca personal además de nuevo record olímpico, conseguía su cuarta medalla de oro consecutiva. Lo nunca visto. Tan sólo Carl Lewis lograría igualar la hazaña, con sus cuatro triunfos consecutivos en salto de longitud entre 1984 y 1996.
Oerter se retiraría de la competición tras este triunfo y comenzaría a trabajar como ingeniero informático, pero el mito aún no había acabado. En 1976 asumió un nuevo reto personal: volvió a entrenarse con el objetivo de participar en las Olimpiadas de 1980. No consiguió su objetivo... por poco: quedó cuarto en la clasificación, y sólo podían ser seleccionados tres; Oerter era reserva. Aun así, a los 43 años estableció su mejor marca personal histórica al lanzar 69,46 m. De todas formas, el boicot de los Estados Unidos a la Olimpiada de Moscú habría impedido que acudiera a la cita. Lo alucinante es que, mientras grababa un lanzamiento para una televisión, llegó a lanzar hasta 74,67 m., que, de haberse producido en competición homologada y con jueces, no sólo habría sido nuevo record del mundo, sino que todavía seguiría imbatido.
Oerter fue, además, en estos años, un abanderado de la lucha contra el dopaje. Y sabía bien lo nocivas que podían llegar a ser las sustancias dopantes: según confesión propia, había tomado esteroides al empezar a entrenarse de nuevo en 1976, y éstos le produjeron problemas circulatorios que le decidieron, por la vía dura, a rechazarlos para siempre.
Aunque quizá por la menor popularidad de su deporte (el disco) no fuera uno de los atletas más recordados a nivel popular, el reconocimiento de Oerter como uno de los más grandes atletas de todos los tiempos ha sido unánime. En la Olimpiada de Los Angeles en 1984 se le concedió el honor de portar la bandera olímpica; en la de Atlanta en 1996 fue el corredor que entró con la antorcha olímpica al estadio.
Vamos, que se ha ido una leyenda, de cuando el deporte era deporte y los atletas eran héroes y no mercancías.

lunes, octubre 01, 2007

Semana de la Fotocopia (despedida y cierre)


Bueno, ha llegado el momento de poner punto final a la Semana de la Fotocopia. Se me han quedado unas cuantas ideas en el tintero (de verdad que me moría por fotocopiar la Teletienda CJ, o esa Sección de Enlatados que Pussy hace demasiado que no retoma), incluso tengo algún post a medio hacer que ya veré cómo aprovecho; pero no me dio tiempo, y tampoco era cuestión de estirar la idea más de lo necesario. Al final han sido cuatro posts tan sólo, pero creo que han quedado bastante bien.
Espero que lo hayáis disfrutado.