lunes, agosto 20, 2012

Na na na na hey hey hey

Esta es la historia de una canción que fue creada para que no gustara y fracasó de manera tan estrepitosa en el intento que acabó en lo más alto de las listas de ventas de los EE. UU., llenando los bolsillos de sus autores pero a la vez acabando con la carrera del cantante que la grabó. Porque la vida, a veces, resulta totalmente impredecible.
Situémonos. Año 1969. Paul Leka es un reputado músico originario de Bridgeport, Connecticut, que, tras haber grabado algunos singles a comienzos de los 60 con un grupo llamado The Chateaus, se trasladó a Nueva York para iniciar una fructífera carrera como músico de estudio, productor y compositor de encargo, firmando algunos éxitos como Green Tambourine, tema interpretado por The Lemon Pipers que llegó al número uno de ventas en EE.UU. en 1968.
En 1969 Leka trabaja para Mercury Records, y convence a sus jefes para darle una oportunidad a un antiguo compañero de The Chateaus, Garrett De Carlo, que ahora buscaba fortuna como artista en solitario bajo el pseudónimo de Garrett Scott. Con Leka como productor, De Carlo grabó cuatro canciones y las presentó a la compañía, donde fueron muy bien recibidas. Tanto, que sus jefes creyeron que cualquiera de ellas era un single en potencia. Por ello, y para reservar las otras de cara a un posterior lanzamiento, a la hora de publicar el primer single, una canción llamada "It's the magic in you girl", pidieron a los músicos que volvieran al estudio y les grabaran una nueva canción para la cara B del single.
Como el objetivo era simplemente hacer una canción de relleno, Leka y Scott pensaron que podían hacer el trabajo en una noche, y sin necesidad siquiera de llamar a otros músicos de estudio para ayudarles. Y, para evitar que los DJs de las radios pinchasen la cara B en vez de la canción que realmente se estaba intentando vender, decidieron que lo que iban a grabar debía ser un tema lo suficientemente flojo como para que ningún DJ lo prefiriese a la otra canción. En el estudio se les unió otro amigo y ex-compañero de los tiempos de The Chateaus, Dale Frashuer, que estaba de visita, y les sugirió utilizar una canción que habían empezado a componer entre los tres hacía años para su viejo grupo y que, por considerarla bastante floja, nunca habían terminado, llamada Kiss him goodbye. Los tres músicos, con el ingeniero Warren Dewey a los mandos, grabaron rápidamente la canción. Sólo faltaban una batería y un estribillo. Para solucionar lo primero, Leka pidió a Dewey que troceara y recompusiera la grabación de la batería de uno de los otros singles que habían grabado. En cuanto a lo segundo, fue el propio Leka el que improvisó un estribillo a los teclados, cantando simplemente "na na na na", porque, como diría años más tarde, "es lo que siempre se canta cuando no sabes la letra". Como no les importaba mucho, lo dejaron así, sin preocuparse de componer un texto, aunque, eso sí, a modo de broma, Frashuer y Scott sugirieron cambiar el tercer verso de "nanananas" por un "hey hey hey". Y para asegurarse de que nadie la radiaba por error en lugar de la cara A, añadieron a la canción una enorme coda de varios minutos de repetición del improvisado y poco trabajado estribillo.
Sin embargo, las cosas empezaron a torcerse cuando presentaron la canción a sus jefes y con horror descubrieron que les gustaba. A continuación, tuvieron un problema a la hora de fabricar los discos, la aguja saltaba al llegar a cierto punto, por lo que la solución que adoptaron fue reducir aquel monstruo de siete minutos a una canción de cuatro minutos, una duración más normal y radiable, aunque todavía más larga de lo habitual en la época. Y, finalmente, la catástrofe: un DJ de Georgia, al recibir la promo del single, hizo precisamente lo que los músicos habían querido evitar a toda costa, equivocó las caras del viñilo y radió la cara B. Y con los resultados más sorprendentes, porque pronto una avalancha de llamadas sorprendió a la emisora pidiendo que volvieran a poner aquella canción tan tonta pero de estribillo extrañamente pegadizo. De modo que la emisora comenzó a radiar habitualmente la canción, y poco a poco otras emisoras de la zona hicieron lo mismo.

Cuando la noticia de que la canción estaba siendo un éxito en las radios del sur llegó al departamento de promoción de Mercury, inmediatamente decidieron publicarla como single. Algo que ni a Leka ni a Scott hizo demasiada gracia. Ambos consideraban que la canción era vergonzosa y se negaron a que sus nombres fueran ligados a ella. Es por ello que negociaron que aquel single no deseado fuera publicado no por Mercury sino por Fontana, una compañía filial, y bajo el nombre de Steam, un grupo ficticio creado únicamente para aquella canción cuya estrella, esperaban, no brillaría demasiado tiempo.
Solo que, una vez publicado el single, el resto de América acogió aquella aberración con el mismo entusiasmo que los estados sureños, alcanzando de manera totalmente inesperada (especialmente para sus autores) el número uno en las listas de ventas en diciembre de 1969 (¡desbancando nada menos que a los Beatles!), obligando a la compañía a formar aprisa y corriendo un grupo real para poder promocionar la canción con conciertos y apariciones en televisión, y grabar un LP.
Todo ello fue especialmente desesperante para Garrett Scott, cuyos singles nunca consiguieron la más mínima repercusión, y que, asqueado con todo lo sucedido, se negó a participar en cualquier nuevo proyecto bajo el nombre de Steam. La compañía encargó entonces a Leka que se ocupase de ello, y Leka reclutó a otro grupo de músicos de Bridgeport para que hicieran las giras y grabasen nuevas canciones, limitándose él a las labores de producción. Por supuesto, ninguna de las nuevas canciones sería un éxito, convirtiendo a Steam en un clásico one hit wonder.
Posteriormente Leka seguiría trabajando dos décadas como productor y músico de estudio, aunque sin alcanzar nunca más un gran éxito; por su parte Scott seguiría intentando durante los 70 triunfar con sus canciones, sin ningún éxito, llegando incluso al punto desesperado de publicar a finales de los 70 una versión disco de su éxito repudiado, que tampoco cuajó.
Mejor suerte correría la canción, que, lejos de caer en el olvido, se ha convertido en un clásico en los eventos deportivos a lo largo de los EE. UU., y ha sido objeto de numerosas versiones, siendo las más conocidas las del conocido trío británico Bananarama en los 80 y la del grupo de metal aleman Axxis. A día de hoy sus ventas rebasan los seis millones y medio de discos. Nada mal para una canción que estaba diseñada para no gustar.