En 1994 un anticuario llamado Scott Wilson paseaba por un suburbio de Boston cuando descubrió un cuadro que sobresalía entre dos cubos de basura esperando a ser recogida. Pensando que podría aprovechar el marco, no dudó en recoger la pintura y llevársela a casa. Pero cuando le mostró el cuadro a su amigo Jeff Reilly éste mostró interés no sólo en el marco, sino también en la obra, porque era tan horrible que no podía dejar de reír al verla. Reilly expuso la pintura en su casa durante un tiempo, y animó a sus amigos a buscar trabajos de similar talla artística. Cuando Wilson encontró otro cuadro igualmente horripilante, Reilly, su esposa y él decidieron crear una colección y fundaron el Museum of Bad Art.
Inicialmente expuesta en el sótano de los Reilly, la colección fue creciendo de tal manera tanto en tamaño como en número de visitantes que tras tan sólo un año de existencia (y después de que un autocar de jubilados incluyera en su tour una parada en la residencia de los Reilly) hubo que buscarle una sede permanente, que finalmente sería el sótano del cine de la vecina ciudad de Dedham. Apropiadamente, la exposición está justo al lado de los lavabos. Posteriormente el museo organizaría exposiciones itinerantes, incluyendo una al aire libre, y diversas actividades y exposiciones temáticas, e incluso en 2008 abrirían una segunda exposición permanente en la cercana ciudad de Somerville.
Los dirigentes del museo ya han manifestado que no tienen interés en trabajos comerciales (del estilo de perros jugando al poker o souvenirs para turistas) ni en obras deliberadamente kitsch. Lo que buscan son obras en las que alguien ha intentado honestamente hacer algo bueno, pero o bien el concepto o bien la habilidad del artista han hecho que el resultado no haya sido el buscado.
Y ahora veamos una selección de sus obras:
La obra que lo empezó todo. Éste fue el cuadro recogido de la basura por Scott Wilson en 1994 que dio origen al museo, y todavía hoy es una de las obras más apreciadas por los visitantes. Una vieja bailando en un prado florido con una silla pegada al culo no se ve todos los días. Y qué colorido.
Un retrato de un gordo. Semidesnudo. Sentado en algo que podría ser un inodoro. Con una toalla. Sin pies. Y todo plasmado con una desquiciante técnica puntillista. Uno de los trabajos más populares del museo. Y dado que al otro lado de la pared en que está colgado se hallan los lavabos, el sonido que lo acompaña cada vez que alguien tira de la cadena lo hace aún más especial.
Este retrato de un perro está expuesto en la sección de paisajes. Si hubieran optado por exhibir este paisaje en la sección de mascotas tampoco nadie habría protestado.
Una especie de versión transexual de la Mona Lisa, aderezada con una selección cromática, cuanto menos, dudosa.
Un perro erguido con falda hawaiana. Huesos de colores. Puntillismo. Nuff said.
No tengo palabras para describir esto. De verdad.
En fín, si os ha gustado, o si os ha horrorizado pero no tenéis nada mejor que hacer ahora que se acerca Halloween, podéis ver muchas más obras en la página web del museo. Y si eso no os resulta suficiente, pues hay muchísimo más en el propio museo, aunque a no ser que vayáis a acercaros próximamente por Massachussets tenéis complicado verlo. Yo de momento me lo apunto como visita obligada si alguna vez paso por la zona.