Hace año y pico, cuando me dieron el premio al mejor spot en Escorto, dije que era la primera vez que ganaba algo. Bueno, eso no era del todo cierto, aunque si digo la verdad en aquel momento ni me acordaba. Sólo era la primera vez que me daban un premio en un escenario delante de un montón de gente. En realidad ya había ganado un premio antes, cuando iba a la Universidad: me dieron un hermoso cheque y un diploma, aunque sin ceremonias.
El I Premio Universitario de Relato Ultracorto se celebró en marzo de 1999. Consistía en escribir un relato, en un tiempo máximo de una hora y en un espacio máximo de las dos caras de un folio, que comenzara con la frase "Diez años después". Los que nos presentamos llenamos un aula grande, como si fuera un examen. La mayoría llegaban ya con la idea de lo que iban a contar; algunos incluso habían escrito la historia en casa y se la habían aprendido de memoria para ponerla posteriormente en papel. Yo tenía más o menos la idea en mente, pero no fue hasta el momento de la verdad cuando se me ocurrió jugar con la estructura del relato, en una especie de apuesta que fue "o lo aman, o lo odian, pero que no les sea indiferente"; o, en términos más prácticos, "o gano, o quedo el último". Salió cara.
Habida cuenta de que el relato fue publicado en la revista de la Escuela Universitaria de Estudios Sociales, lo que viene a querer decir que no lo ha leído nadie, hacía tiempo que tenía pensado transcribirlo en el blog. El problema es que han pasado ocho años y medio y, bueno, creo que este escrito queda muy atrás. La verdad, en aquel momento me parecía buena idea mezclar referencias cinematográficas, historis de robos, catálogos de arte y estructuras de guión, pero hoy me recuerda más a los telefilmes de intriga que ponen los sábados en Antena 3 que a otra cosa. Vamos, que me parece bastante malo, pero los experimentos estructurales distrajeron lo suficiente la atención de las inconsistencias de la historia como para llevarse el premio. De todas formas, lo pongo para que vosotros mismos juzguéis. Por favor, sed indulgentes... Tened en cuenta que era joven y que está escrito, al vuelo y sin correcciones, en una hora.
LA CHIENLIT
Diez años después de la misteriosa y muy comentada desaparición de "La chienlit" de su rincón preferente en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el cuerpo de Beth se tostaba al sol junto a una enorme piscina en forma de pera mientras paladeaba un sabroso batido recién hecho (con helado y leche, todo de primera calidad). Dejó junto a su tumbona la copa, todavía no vacía del todo, y se recostó pensando en lo bien que se estaba allí, lejos de la gente y de los problemas del mundo. Cerró los ojos y se concentró en la música que salía del enorme equipo de música que tenía en la casa, y que había puesto a toda potencia para poder escuchar desde la piscina. De repente, la música cesó. Beth se sobresaltó, y se incorporó rápidamente para ver quién había irrumpido en su casa y había parado la música. Ante ella pudo ver una figura conocida en cuya mano había una pistola que apuntaba directamente hacia su cabeza.
FLASHBACK
Un terrible incendio había arrasado el hotel. Los bomberos hacían lo que podían, pero las llamas se extendían todavía por la mayor parte del edificio. El ruido de las sirenas de las ambulancias zumbaba en los oídos de todos los que estaban allí, ante el hotel, asustados y estupefactos, felicitándose de haber podido salir vivos de aquel infierno. No todos habían tenido esa suerte. Habían muerto casi cuarenta personas.
Dale se volvió hacia Eddie, que, a pesar de estar borracho, había podido salir de allí con sólo unas quemaduras leves.
-¿Dónde está el cuadro, Eddie?
Eddie balbuceaba cosas que Dale no podía entender, pero temía o que significaban. Le repitió la pregunta. Eddie lloraba. Betty, su novia, había muerto en el incendio. Dale le agarró del cuello y le levantó en el aire, dejando salir toda la tensión acumulada y sin importarle demasiado la presencia de la policía a escasos metros.
-¡Escúchame, borracho hijo de puta! ¡Dime dónde está el cuadro o te juro que te abro la cabeza!
Eddie pareció reaccionar.
-¿El... el cuadro? ¡Lo tenía arriba! ¡Lo estaba guardando, Dale! ¡Dios mío! ¡No había pensado...! ¡Lo siento! Yo...
Dale lo soltó y se sentó en el suelo, totalmente derrumbado, y sin hacer caso a las inútiles disculpas de Eddie. Qué más daba.
Además, Eddie también estaba hundido. Realmente amaba a aquella chica. Al día siguiente fueron juntos a identificar sus restos. estaba totalmente carbonizada, pero pudieron hacerlo gracias a sus anillos. Eddie no dejó de beber durante dos meses, hasta que decidió poner fin a su alcoholismo tirándose desde un rascacielos. Dale, por su parte, no sabía qué hacer. Para él, el robo de aquel cuadro no era sólo un negocio redondo, sino su propia manera de hacer arte. Entrar en uno de los museos más vigilados del mundo y robar la pieza más valorada, eso para él era llegar a la cima, culminar una carrera que ya ninguna proeza que pudiera realizar haría subir más alto. Y se había visto derrotado por un incendio.
Se preguntó cómo habría empezado el fuego. Y decidió investigar por su cuentaqué había pasado. La investigación oficial había concluido que había sido un incendio provocado, pero no había averiguado por quién. Dale decidió dedicar su vida a encontrar a aquél que le había privado e su gran triunfo.
Pero necesitaba dinero para vivir mientras tanto. Y así, mientras investigaba a los incendiarios de todo el país, aceptaba por otro lado encargos de siniestros coleccionistas de arte para conseguirles obras quelos dueños legítimos no se mostraban dispuestos a vender. Una vez logró robar un cuadro tan importante que el coleccionista no sólo le pagó más de lo convenido, sino que le invitó a ver su colección. Y como Dale era un amante del arte, aceptó encantado.
Y alí fue donde, entre un cuadro abstracto horrendo y uno hiperrealista, lo vio.
EL CUADRO
"La chienlit", de René Jeunechamp. Óleo sobre lienzo, 200 x 170 cm, 1968. Obra maesra de su autor, joven pintor maldito que murió muy joven por sobredosis de heroína y que fue descubierto al salir a la venta sus obras después de su muerte. Genial mezcla de arte pop, cubismo y surrealismo, con una estructura piramidal muy original y un trazo fino y cuidado con una pincelada suelta magnífica.
EL FINAL
(Misma escena inicial, junto a la piscina. Beth, e bañador, se levanta de su tumbona y retrocede hacia una mesitade jardín que tiene cerca. Dale empuña la pistola y se acerca con gran serenidad.)
DALE: Localicé el cuadro por casualidad... y lo entendí todo. Habías huído con él y lo habías vendido. Seguramente lo habías planeado todo hacía mucho. Nunca pensé que pudieses matar a tanta gente para cometer un simple robo.
(Beth retrocede y tiende la mano hacia la mesita. En ella hay una caja en la que guarda una pistola. Necesita hablar, entretener a Dale para poder cogerla. Habla con voz temblorosa.)
BETH: Sí... sí, yo lo hice. Yo provoqué el incendio para poder llevarme el cuadro sin que me buscárais.
DALE: ¿Y tu cadáver?
BETH: También lo preparé. Era una estúpida camarera. La dormí y le puse mis ropas y joyas. Luego me aseguré de que no fuera reconocible.
DALE: ¡Monstruo!
BETH: ¿Yo, monstruo? (Ríe. Su mano levanta con cuidado la tapa de la cajita. dale no se da cuenta, turbado por la actitud de Beth.) ¡Y tú estúpido! ¿Crees que este negocio es un arte? ¡Mira a tu alrededor! Yo he sacado más partido a un solo golpe que tú con toda tu vida de retos personales ¡Te crees grande, y no vales nada!
DALE: (Temblando de ira) ¿ qué dices de Eddie?
BETH: ¿Eddie? ¡Un idiota! ¡Un borracho! ¿También vas a decir que era un artista? ¡Ja! ¿Y ahora, qué vas a hacer?
(Dale levanta su arma y apunta directamente a Beth)
DALE: Voy a acabar con una mala obra.
(Beth, riendo cínicamente, levanta su mano y muestra a su vez una pistola. Apunta a Dale.)
BETH: No te atreverás, Dale. No vales para esto. Yo, en cambio, no tengo tantos problemas para matar.
DALE: Te equivocas.
(Suena un disparo.)
FUNDIDO A NEGRO.
domingo, octubre 21, 2007
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