El otro día alguien me preguntó que cuál era la serie de comics a la que más enganchado estoy últimamente. Después de pensar un poco, llegué a la conclusión de que era The Wicked + The Divine, de Kieron Gillen y Jamie McKelvie. Una serie de la que ya hablé hace tiempo en otro blog, pero de la que hasta ahora no había dicho nada por aquí. Algo que me siento obligado a rectificar.
Cada 90 años, doce dioses se reencarnan en los cuerpos de doce jóvenes, que reciben sus poderes divinos durante dos años, pasados los cuales inevitablemente mueren. En el año 2014 los elegidos se comportan como estrellas del pop, congregando numerosos seguidores en eventos similares a conciertos, recitales o ‘happenings’, siendo adorados por sus fans, concediendo entrevistas y saboreando los beneficios de la fama, sin demasiada preocupación por las personas que les rodean, con el egoísmo de unos seres que, por su naturaleza divina, se consideran por encima del bien y del mal.
Laura es una joven fan y su mayor deseo sería ser uno de ellos. Tras desmayarse en uno de sus eventos es abordada por Lucifer (una de estas divinidades reencarnadas), que le ofrece conocer a su ídolo en el ‘backstage’. Lo que parece una simple maniobra para seducir a una groupie acabará, sin embargo, con Laura siendo testigo de un crimen que todo el mundo atribuye a Lucifer pero que ésta afirma no haber cometido. Lucifer entonces promete a Laura que le otorgará poderes si le ayuda, y la joven tratará de encontrar al verdadero responsable entre el resto de los dioses.
El punto de partida es, como puede verse, bastante complejo. A partir de ahí, Gillen y McKelvie, que venían de tener éxito con Young Avengers, evitan una posible deriva hacia la acción superheróica y se dedican a utilizar una investigación como medio para la exploración psicológica de una complicada y extensa galería de personajes. Pero esto no convierte el tebeo en algo aburrido ni mucho menos; por el contrario, consigue que cuando llegan los giros inesperados que cierran los diferentes arcos argumentales provoquen en el lector una reacción mucho mayor. El ritmo puede ser lento, pero al final el resultado es impactante.
Quizá por ello, por ese ritmo pausado de presentación de personajes y construcción progresiva de la historia, la serie ha ido creciendo sin pausa desde la buena serie original e interesante de los primeros números a una obra mucho mayor. Los autores saben manejar los tiempos y cierran cada número con alguna sorpresa, pero es a la hora de cerrar sus arcos argumentales cuando dejan claro lo medidos que tienen sus pasos y lo clara que tienen su planificación. El primer arco argumental se cerraba en el número 5 con un tremendo shock; el segundo se cerraba en el 11 con un volantazo tal que, si lo del 6 había sido una bomba, esto era la destrucción total del planeta por la Estrella de la Muerte. Y no paran. El tercer acto, del que llevamos dos números, está siendo dibujado por otros autores a razón de uno diferente cada número, pero eso no impide que haya números tan geniales como el 13, dedicado a una diosa a la que no se había visto hasta ahora, no demasiado apreciada por los fans, y de la que a lo largo de los números habíamos oído hablar como "la jodida Tara"; a partir de ahora se nos helará la sonrisa cada vez que recordemos que a nosostros también se nos había contagiado el desprecio, a modo de chiste recurrente, antes siquiera de conocerla.
En suma, una serie estupenda y que merece la pena, y que al parecer llegará a España el año que viene.
Debo reconocer que yo cogí con muchas ganas The Wicked + The Divine cuando empezó. Yo no soy lector habitual de superhéroes, así que no tenía ni idea de lo que los autores podían haber hecho en Young Avengers, pero sí era fan absoluto de Phonogram, la otra serie que Gillen y McKelvie habían hecho para Image hace años. De modo que cuando me enteré de que estaban haciendo un nuevo proyecto personal, estuve más que dispuesto a seguirlo desde el principio.
Reconozco que Phonogram no es una obra para todo el mundo. Es una serie centrada en magos fonománticos que utilizan la música para hacer magia. Su primer volumen (2006-07) fue una odisea introspectiva en que el protagonista se veía obligado a investigar quién había asesinado el espíritu del Britpop, decorada con una maravillosa galería de portadas parodiando los discos más míticos de aquel movimiento; más un repaso emocional de aquella época que una aventura al uso, a mí que fui bastante britpopero en su día me enganchó totalmente (además de descubrirme algún grupo que se me escapó en su día y tener el buen gusto de detestar a los putos Kula Shaker). Su segundo volumen (2008-10) era en cambio una colección de historias independientes que a veces se cruzaban al estar todas situadas en el mismo momento y lugar; casi un experimento creativo al estilo del cómic indie. La serie no fue un éxito, por lo que dejó de publicarse, pero se ha convertido en objeto de culto para un buen grupo de seguidores (sí, yo también), y de la estima que sus creadores tienen por ella dice mucho que Gillen y McKelvie llevan desde 2012 anunciando que preparaban un tercer volumen. Si bien otros compromisos han retrasado su aparición, ahora han aprovechado su momento de mayor éxito para publicarlo (por lo que McKelvie está ausente en el tercer acto de The Wicked + The Divine, aunque sigue siendo su criatura y aún se encarga de las portadas). De momento sólo ha aparecido el primero de los seis números de este tercer volumen, centrado en un personaje al que ya habíamos visto como secundario en anteriores volúmenes. Yo diría que promete, pero también es verdad que como fan no soy muy neutral.
miércoles, septiembre 02, 2015
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