viernes, noviembre 24, 2006

La leyenda de D.B. Cooper

Te equivocas, no soy D.B. Cooper
Hoy hace 35 años, la víspera del Día de Acción de Gracias de 1971, en un avión que acababa de despegar del aeropuerto de Portland, Oregón, camino de Seattle, Washington, un pasajero vestido con traje negro y de aspecto tranquilo llamó a la azafata, pidió una bebida y, al pagarle, le pasó una nota. La azafata, creyendo que el pasajero trataba de ligar con ella pasándole su número de teléfono, guardó la nota sin abrir en su bolsillo. Entonces el pasajero le dijo: "Señorita, sería mejor que mirase esa nota. Tengo una bomba." La azafata leyó la nota, que decía "Tengo una bomba en mi maletín. La usaré si es necesario. Siéntese a mi lado. Están siendo secuestrados." El pasajero abrió ligeramente su maletín y mostró brevemente a la azafata su contenido, unos cilindros gruesos de color rojo con cables.
La azafata informó al piloto, que pidió instrucciones al control aéreo de Seattle, que le recomendó que cooperara con el secuestrador. El pasajero, que volaba bajo el nombre de Dan Cooper, planteó entonces sus exigencias: quería 200.000$ en billetes de 20$ y cuatro paracaídas, a cambio de la liberación de los pasajeros. Cooper dio instrucciones al piloto de que no aterrizara en Seattle hasta que su dinero y sus paracaídas estuvieran listos.
A las 17:45 el avión aterrizaba en Seattle, donde Cooper obtenía lo que había pedido a cambio de liberar a casi todos sus rehenes, los otros 35 pasajeros y tres miembros de la tripulación, volviendo a despegar dos horas después con el piloto, el copiloto y una azafata como rehenes. Se cree que Cooper pidió cuatro paracaídas, uno por cada una de las personas que quedaban en la nave, para asegurarse de que no le dieran uno que no se abriera. Ordenó al piloto que viajara hacia México, a poca altura (10.000 m, una tercera parte de lo habitual en estos vuelos) y con el tren de aterrizaje bajado. En algún momento del viaje, aprovechando el mal tiempo, Cooper saltó del avión sin que los aviones que perseguían al aparato secuestrado pudieran percatarse de ello. No se sabe muy bien dónde aterrizó, pero se cree que fue en las inmediaciones de la ciudad de Ariel, 30 millas al norte de Portland, que ha aprovechado para celebrar desde entonces una fiesta anual llamada "D.B. Cooper´s day".
Después de una búsqueda de 18 días por la zona, no apareció pista alguna del secuestrador, el dinero o el paracaídas. El FBI interrogó a un hombre llamado realmente D.B. Cooper, que nunca fue considerado un verdadero sospechoso por los investigadores, pero su nombre trascendió a la prensa de manera que ha sido este nombre, en lugar del realmente utilizado "Dan Cooper", el que ha pasado a la historia.
El éxito del secuestro fue tan notable que en 1972 se produjeron varios casos similares, si bien en estas ocasiones el FBI sí que logró atrapar a los delincuentes.
El eco del secuestro se reavivó en febrero de 1980, cuando una familia que estaba de picnic al noroeste de Vancouver, Washington, encontró junto al río 5.800$ en billetes de 20$ que parece ser que pertenecían al botín.
¿Ha visto usted a este hombre?
Nunca se ha sabido a ciencia cierta qué pasó con Cooper o con el dinero. El FBI sospechaba que podía tratarse de Richard McCoy Jr., al que detuvieron al año siguiente por un secuestro similar, en el que utilizó el mismo modus operandi de Cooper. En 1974 se fabricó una pistola falsa con pasta dentrífica y escapó de la cárcel con otros compañeros de condena, robando un camión de basura y derribando con él la puerta de la prisión (¡y parecía que esas cosas sólo pasaban en las películas!). Moriría tres meses después en un tiroteo con los agentes del FBI que iban a detenerle, uno de los cuales tampoco salió vivo del encuentro. McCoy, veterano del Vietnam, piloto de helicópteros y aficionado al salto en paracaídas, llevaba una vida normal y nada sospechosa como profesor en Denver, casado y con dos hijas, e incluso (irónicamente) estaba participando como piloto en la búsqueda del secuestrador, hasta que el FBI lo detuvo gracias a una huella dactilar hallada en el avión. McCoy admitió este secuestro, pero nunca reconoció haber sido Cooper, aunque tampoco lo negó, pese a lo cual, por su experiencia bélica y por la vida normal y apacible que aparentemente llevaba, ha sido una especie de modelo en el que se han basado varios autores para crear sus historias de ficción sobre Cooper.
En el año 2000, por su parte, apareció en Florida una viuda que afirmaba que su difunto marido Duan Weber le había confesado ser D.B. Cooper justo antes de su muerte en 1995. Weber había servido en el ejército en la II Guerra Mundial y después había trabajado en una prisión cercana al aeropuerto de Portland, y tenía una vieja herida en la rodilla que afirmaba haberse hecho saltando de un avión. La señora Weber, además, recordó un viaje que había hecho con su marido a la zona de Seattle, por lo que su marido había llamado "motivos sentimentales", en la que Weber solía pasear sólo y en silencio por las orillas del río Columbia, casualmente por la misma zona donde cuatro meses después sería hallado parte del dinero. El FBI ha reconocido que Weber era, probablemente, el mejor sospechoso que nunca han tenido, puesto que además se parecía muchísimo al retrato robot de D.B. Cooper. Pero con Weber muerto y la imposibilidad de probar nada, todo queda en conjeturas.
El caso es que D.B. Cooper ha pasado al imaginario popular, como bien pueden comprobar los seguidores de Prison Break, si bien en esta serie no han sido muy coherentes con la historia real de Cooper. Pero el personaje también ha estado presente en cómics, novelas, películas y canciones, habiendo dado nombre a fiestas, mecanismos de seguridad de aviones de pasajeros, bares e incluso grupos musicales. Para no hablar de los homenajes menos evidentes, como por ejemplo el nombre del protagonista de Twin Peaks (Dale Bartholomew Cooper, las mismas iniciales... no, no es casual).
Vamos, un personaje mítico, casi un héroe popular. Y es que, ¿a quién no le gustaría dar un golpe tan espectacular, escapar y nunca ser capturado?

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