Lucía Pamela nació en St. Louis, Missouri, en 1904, hija de una compositora y concertista de piano que enseñó música a su hija desde muy temprana edad. Así, no es de extrañar que a los cuatro años ya hiciera su debut sobre un escenario interpretando una supuesta canción de amor india que había compuesto ella misma, y a los siete dio su primer recital completo, junto a la Filarmónica de Philadelphia, ganándose las alabanzas del gran pianista y posterior primer ministro de Polonia Ignacy Paderewski. Pero el secreto de su habilidad no era tan sólo un talento innato, sino la consecuencia de un extraño accidente padecido de niña: a los dos años, al tratar de coger una galleta del horno aún caliente, se había quemado las manos de tal manera que eran una masa informe y derretida. El médico tuvo que usar un cuchillo para cortarle cinco dedos en cada mano, pero, por despiste, olvidó que uno de ellos debía ser un pulgar, de manera que tenía en cada mano cinco largos dedos que le permitían ser mejor pianista.
La temprana muerte de su padre obligó a su madre a hacer grandes esfuerzos para sacar adelante a Lucía y sus cuatro hermanos, enseñando música y editando un periódico en el sótano de su casa. Lucía ayudaría aceptando ir de gira con un pianista llamado Charles Kunkel que aseguraba ser primo del mismísimo Beethoven. Pero, al parecer, Kunkel sufrió un ataque al corazón y murió en el escenario durante una de sus actuaciones, siendo la pequeña Lucía la que tuvo que terminar aquel recital.
Elegida Miss St. Louis en 1926, su belleza y su talento la hicieron ser llamada a Nueva York por el conocido empresario Florenz Ziegfeld, que daría una fiesta en su honor y la invitaría a unirse a sus Ziegfeld Follies. Sin embargo, Lucía rechazó la propuesta y regresó a su ciudad natal para casarse con un agente de seguros llamado Reginald Irwin, con el que tendría dos hijos, Georgia y Ken.
Su nueva familia no iba, sin embargo, a detener la carrera musical de Lucía, que poco después crearía las Musical Pirates, quizá la primera orquesta compuesta completamente por mujeres que hubo en todo el país, un grupo formado por músicas talentosas y guapas que actuaban vestidas de piratas y que acabaron convertidas en la orquesta residente del Teatro Odeón y tocando por la radio. Mucho mérito en una época en la que aún se consideraba que lo máximo a que podía aspirar una mujer era a trabajar como telefonista, en palabras de la propia Lucía, que consideraba aquello su logro máximo y del que más orgullosa se sentía.
Por desgracia llegó la Depresión y las Pirates tuvieron problemas para contratar actuaciones, algo a lo que no ayudó el hecho de que el Sindicato de Músicos no quisiera aceptarlas, al parecer simplemente por ser mujeres. La banda tuvo que disolverse y Lucía tuvo que buscarse la vida actuando en solitario o colaborando como acordeonista invitada en las orquestas de Lionel Hampton y Paul Whiteman, dos de las más importantes del país en aquel momento.
En 1943, en plena guerra, se divorciaba de su marido, llevándose con ella a sus dos hijos. Su hija Georgia, que aspiraba a convertirse en cantante de ópera, llegaría a actuar junto a su madre, presentándose como Pamela Sisters, en un número que sería muy popular entre las tropas y por el que les concederían la Medalla del Congreso. Georgia no conseguiría cumplir su sueño ni tendría demasiado éxito en su carrera artística, pero se casaría con un millonario y destacaría en la sociedad de Los Ángeles por sus actividades filantrópicas. A la muerte de su marido heredaría la franquicia de los Rams de la NFL, siendo la segunda mujer en la historia de la liga en ser dueña de un equipo, que mantendría durante 30 años negándose siempre a vender a pesar de que por ser mujer no fue bien recibida ni por los fans ni por el resto de la liga, trasladando el equipo de Los Ángeles a St. Louis en 1995 y consiguiendo por fín el título de la Super Bowl en el 2000, que dedicó a su difunto marido.
En 1947 Lucía se mudó a Fresno, California, pero la edad dorada de las big bands había terminado y las actuaciones eran cada vez menos importantes, incluyendo inauguraciones de boleras y de tiendas de coches usados e incluso sirviendo de entretenimiento en los descansos de un cine de coches al aire libre.
Pero la irreductible Lucía nunca había sido de las que se rinden, y se recuperaría gracias a que tuvo el buen ojo de apostar por un nuevo medio que estaba comenzando en aquella época: la televisión. En aquellos primeros tiempos del nuevo medio se utilizaban formatos muy similares a los de la radio, y los programas de Lucía se transmitían en ambos formatos, permitiendo a Lucía ser una de las primeras personas en aparecer simultaneamente en radio y televisión. Lucía presentaría un programa llamado "Gal about town" en el que hablaba de eventos locales que sucedían en Fresno, y posteriormente desarrollaría un programa de descubrimiento de talentos llamado "The Encouragement Hour", en que Lucía guiaba a los participantes, les enseñaba y les preparaba antes de hacerlos actuar en el show, en una especie de antecedente de los "Operación Triunfo" de hoy. Uno de los participantes aprendería tanto de sus consejos sobre cómo comportarse ante una audiencia que acabaría llegando a alcalde.
Lucía se convirtió en un personaje muy popular en la ciudad, y fue incluída en el Ripley's Believe it or not por tener memorizadas más de 10000 canciones.
En 1962 sería contratada para dirigir Storyland, el parque temático de Fresno, en el que también interpretaría el personaje de Mamá Ganso hasta su retiro. Y en 1969 emprendería su más sorprendente aventura hasta la fecha: un viaje a la Luna.
A su regreso a la Tierra, Lucía publicó (al parecer costeándoselo de su propio bolsillo) el álbum en un pequeño sello de Florida especializado en rockabilly llamado Gulfstream Records, que promocionaría conduciendo por Fresno un Cadillac rosa volador con el título del álbum pintado en la carrocería, consiguiendo suficientes ventas como para hacer necesaria una reedición al año siguiente en el aún más pequeño sello local L'Peg. No contenta con este testimonio de su viaje, también publicaría un cuaderno para colorear como complemento al disco, y anunció un concurso internacional de coloreado abierto a todo aquel que quisiera participar, aunque, como no puso fecha límite al envío, nunca se declaró un ganador.
El disco caería pronto en el olvido, sin embargo, y la promesa de la artista de que pronto grabaría un segundo disco quedaría en agua de borrajas al comenzar sus problemas de salud, y especialmente tras un infarto que casi la mata a principios de los 80, tras el cual se mudaría a Los Ángeles para vivir cerca de su hija. De hecho, vivía en un bungalow a los pies de las oficinas de los Rams, donde mantenía encendido todo el año su árbol de Navidad y hablaba de sus planes para un nuevo parque temático con una atracción basada en su viaje a la Luna.
Pero sus días de gloria resurgieron de repente cuando en 1992 un DJ de Nueva Jersey llamado Irwin Chusid, experto en música outsider, comenzó a pinchar alguna de sus canciones en su programa y acabó dedicándole un capítulo en su libro sobre el tema, que luego daría pie a varias recopilaciones musicales. El LP sería reeditado en CD y redescubierto por una nueva generación de sorprendidos oyentes. Convertida en figura de culto, Lucía vería cómo el grupo británico Stereolab le dedicaría una canción en 1994 y una cineasta belga llamada Danielle Lemaire la visitaría en 1998 para realizar un documental sobre su figura. Finalmente, moriría en el 2002, a los 98 años. A modo de homenaje, ese mismo año el dramaturgo Tony Kushner escribiría una obra breve sobre ella llamada "Flip flop fly", como una de sus más conocidas grabaciones.
Vamos, una vida de película. Bueno, quizá un poco ligeramente exagerada. Parece que la señora Pamela era un poco como una especie de Baronesa de Münchausen (o, por lo menos, una versión femenina de Edward Bloom, el protagonista de Big Fish) a la hora de contar su vida. Podéis descartar las partes que he publicado en cursiva como inciertas, por cuanto algunas de ellas parecen evidentes fabulaciones y otras son bastante improbables y no hay constancia de que efectivamente ocurrieran. Pero dejando eso aparte, lo que queda -y sí, las cosas increíbles que no están en cursiva se sabe que sí son ciertas- sigue siendo una vida impresionante.
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