Un ejemplo:
Hace unos años, en el Salón, hice cola para que me firmara Sergio Aragonés. Estaba tranquilo, yo era nada más que un anónimo fan, y, superando con gran esfuerzo mi timidez, pude cruzar con él un divertido diálogo:
-Sergio, ¿es verdad que tardas diez minutos en dibujar una página?
-No, qué va, eso son leyendas...
-Entonces, ¿cuánto te cuesta en realidad?
-Bah, cinco o séis minutos...
Después de lo cual explicó brevemente (y sin dejar de dibujarme un Groo) que lo que más le costaba era documentarse para las historias, etc., todo muy interesante.
Pero un año después, Xavi Serra, que dirigía entonces la revista Nexus 21, me invitó a acompañarle a una entrevista privada con Sergio Aragonés, sobre quien había realizado yo un artículo para dicha revista un par de meses antes. Acepté, claro.
Y allí estaba yo, en una mesa, sentado, hablando con Sergio Aragonés.
Y me quedé en blanco.
Fui incapaz de decir nada en toda la entrevista.
Ni siquiera se me ocurrió repetir la pregunta que ya le había hecho un año antes.
Qué triste...
¿Pensaréis que sólo me pasó una vez? Qué va, si no el título del post hubiera sido otro...
El año pasado, de nuevo Salón del Cómic. Llegué a la Estación de Francia hecho polvo. Había salido directo del trabajo a coger el autobús a Barcelona, había comido un bocadillo por el camino y fui directo al stand de Burz a ver si podía sentarme un rato. Aún no había dicho ni hola, cuando David Daza, ese genial dibujante, me agarró de la camiseta y me arrastró al stand de al lado al grito de: "Queco, no te puedes perder esto, está aquí Peter Milligan, y está sólo, ¡sólo!". Efectivamente, allí, en el stand que compartían Aleta y Recerca, estaba aburrido Peter Milligan viendo pasar a la gente junto a un montoncito de ejemplares de The Extremist. David, que domina el inglés, llevaba media hora dándole conversación.
Me lo presentó diciendo que yo era un gran fan suyo. Y era cierto. Tenía por casa desde Girl a Blanco Humano, pasando por The extremist, Enigma e incluso Tank Girl: la Odisea, seriada en El Víbora. Milligan es uno de mis guionistas favoritos.
Nos estrechamos las manos.
Entonces una alarma de pánico se encendió en mi cerebro, como diciendo: "¡Eh, tío, estás con uno de tus héroes! ¡Cuidado lo que dices! ¡Vas a cagarla!"
Y me quedé en blanco.
Allí estuve yo, diez minutos de pie junto a Peter Milligan sin saber qué decirle.
Mirándole.
Lo único que pude farfullar fue algo así como: "Ay laik yur cómics".
En diez minutos.
Con Peter Milligan.
Para mí sólo.
Cara a cara.
Ni le pedí una firma.
Ni me hice una foto con él.
Ni dije adios cuando me fui.
Dios.
Ay laik yur cómics.
Qué patético.
Este año prometo no hablar con nadie.
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